El nuevo paradigma
Tengo la mala pata de encontrarme en todos los trabajos con algún mentecato de esos que se cree las tonterías que dice y pretende encima que los demás no sólo las creamos, sino que las aplaudamos con cara de misterio revelado. Ya es mala pata tener que acabar siempre con semejante cruz, y disimular todo el rato, que no es cuestión de perder el empleo y menos por chulita.
Y el otro día, recién empezado el curso y todavía llena de buenos propósitos, me encuentro con un insustancial que me cuenta, la mar de entusiasta y convencido, que debemos aligerar nuestros procesos porque las relaciones laborales han cambiado y tenemos un nuevo paradigma. Otro que no se ha enterado que, en la crisis, el único que sobrevive en el departamento es el laboralista.
Que el contrato es una memez y lo que importa es la experiencia de empleado, y que los milennials sólo trabajan por proyectos apasionantes y arriesgados. (Ésta debe ser la razón fundamental por la cual exportamos ingenieros a Alemania, porque es un país apasionante y arriesgado).
Y claro, anda completamente descolorado porque a pesar de que efectivamente las relaciones laborales han cambiado y ya no creemos en el contrato sino en el mercado, no encuentra mucha gente dispuesta a embarcarse en dizque experiencias igualitarias donde uno pone el curro, el otro se relaciona y, al final del año, si todo va bien, lo más probable es que ya veremos.
Ya tuve en su momento una charlita donde le hice saber que imprimirse y guardar el recibo de salario no era ninguna tontería, y que la nube está fenomenal, pero el archivo de papel tampoco pasa nada por conservarlo y viene muy bien de vez en cuando y que si no hacía nóminas lo mismo le demandaban, por ejemplo la Marmota, que también tenía sin papeles.
Como yo soy del siglo pasado todo aquello le soñaba a chino, y me explicó entonces ya que el paradigma había cambiado y que en este siglo de relaciones líquidas el concepto de trabajo había cambiado. Que no digo yo que no, lo cual no quiere decir ni que sea nuevo, ni que sea bueno, que la ausencia de contrato se lleva desde que existe la esclavitud, y si no hay salario, no hay trabajo.
El cambio de paradigma, que es una frasecita que se está estilando mucho en el Recurso Humano, implica que somos socios, pero tú ni minoritario; y eso sí, no hay que tener aversión al riesgo, porque si sale bien, nos forramos. Y es que el cambio de paradigma es un negocio fabuloso, sobre todo, para el que no paga.
Y es que en España un vendedor de kleneex en un semáforo es un emprendedor y una persona sola una familia unitaria. Y con cambiarle el nombre y repetirlo muchas veces, lo mismo engañamos a algún pazguato dispuesto a creérselo. Si es que lo que no ha cambiado es el concepto de engaño colectivo, sea propaganda sea estudio en libro de pasta blanda. Hay que ser emprendedor, diga usted que sí, pero montando un taller y no una consultoría de servicios, que si a alguno se le ocurre montar una empresa de limpiezas o agenciarse una marmota y ofrecer proyecto y experiencia de empleado ya me contará cuantos milennials se le apuntan.
Ha cambiado el paradigma y no se estilan los contratos, y lo que manda es el mercado, el proyecto y la poderosa red de contactos. Fenomenal. Pues entonces monto un puticlub, cuyo modelo de negocio y business case está más que probado, mercado hay y si no que se lo digan a los traficantes de mujeres y a los clientes de puticlubs. Y si no se hacen contactos, muy estrechos, por cierto, que venga Dios y lo vea. Y como además riesgo tiene y contrato no hay (vaya antigualla, un contrato) resulta un proyecto fabuloso para cualquier “intraemprendedora deseosa de empoderarse”.
Y que me tenga yo que encontrar a uno de estos para empezar el curso… será posible…
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