Economista Descubierta

El cuadro de mando

Disminuir tamaño de fuente Aumentar tamaño de fuente Texto Imprimir esta página
Print Friendly, PDF & Email

Una estupenda profesora de contabilidad del IESE, llamada María Jesús Grandes, a quien si tienen alguna vez la oportunidad de conocer les pido que no la desperdicien, cierra su última clase hablando de la imposibilidad de contabilizar las cosas verdaderamente importantes. Es una profesora fenomenal a la que, según ella, no es que le guste la contabilidad, es que le gustan las personas.

Los que nos dedicamos al Recurso Humano solemos comenzar pensando que el asunto tiene algo que ver con las personas, y terminamos intentando sacar algún ratio que justifique nuestro sueldo, haciendo mucho marketing interno y mucha encuesta de satisfacción. Porque cuando nos damos la vuelta, además de vituperarnos por insensibles y verdugos, nos convierten en costes variables y nos “outsorcean”.

En este nuevo sitio donde me desempeño, un poco a ciegas y un poco confiando en lo que he ido aprendiendo, no hay nada parecido a un cuadro de mandos más allá de uno de esos de rotación, antigüedad y masa salarial. Vamos, uno antigüito que sirve para ver la foto básica.

Líbreme Dios de querer sugerir hacer uno con mis ratios, porque mi ratio de eficiencia sale de momento bastante a deber. De momento sólo estoy gastando y todavía no tengo nada en estreno. Todo en pipeline, en robuste pipeline, que es lo que les gusta mucho decir a los productores profesionales de powerpoint, pero se me podría ocurrir que como quiero justificarme, voy a hacer un cuadro estupendo y demostrar que soy un Chief Learning Officer, no el de Formación de toda la vida, sino el motor áulico de “la organización que aprende”.

Supongamos que hacemos un curso de esos que la gente siempre dice que quiere hacer. El famoso curso de «dar y recibir feedback» o el de «presentaciones efectivas». Supongamos incluso que el curso sale bien, para mí el curso sale bien significa:

El curso se convoca y la gente se apunta.

La gente que se apunta va al curso y no cancela su participación la víspera.

La gente que no cancela su participación no abandona el curso varias veces porque tiene una llamada de un cliente o de su prima la coja, o vaya usted a saber quién.

Incluso, participan y debaten, no es el objeto del curso, pero siempre hay alguien que en el turno de preguntas cuenta su veraneo y da su opinión, que ya saben que es como el culo, y cada uno tiene la suya.

Asisten a la comida, no se quejan demasiado y cumplimentan la encuesta diciendo que la comida era buena.

Al final del asunto, lo que tiene que ver con el curso no va más allá de la logística, pero yo me apunto un tanto en mi cuadrito de mando, y así, para el siguiente curso.

Supongamos incluso que hacen no un curso, sino muchos.

Entonces ya no les empieza a gustar nada y el entrecot tiene nervios y en la sala hace calor. Y mis ratios empiezan a salir fatal, y mi cuadro empieza a quedar horroroso.

Pero a nadie se le ocurre preguntarse por qué seguimos necesitando cursos de gestión de equipos, si ya los hemos hecho y seguimos a bofetadas y entonces, a algún avispado, se le ocurre sugerir que necesita coaching.

Y se me disparan los gastos, y el ratio señalador, acusando.

Como comprenderán, a servidora lo último que se le va a ocurrir sugerir es que sus cursos tienen ROI… como si yo fuera suicida.

* * *

Comparte este artículo