Country Branding
Tal y como están las cosas es mucho mejor no tener marca que ser la Compañía de la Felicidad y hacer un ERE sin despeinarse.
Como España es una marca, y anda el Estado deshaciéndose de lo que le queda de tangible para alimentar al monstruo de la “autonocosa”, está en venta patrimonio y medio del Ministerio de Defensa, unos cuantos paradores y el día menos pensado el Museo del Prado. El marqués de la Romana anda muy interesado en el solar de Joaquín Costa, y esto debe de ser público, porque lo he oído en el autobús, que es un sitio estupendo para enterarse tanto del último grito en teléfono como de lo que se cuece en general. En las desamortizaciones siempre sacan partido casi los mismos y es cierto que el marqués de la Romana ha creado una marca que, para ser española, ya no lo parece.
En esas tontadas de icebreakers que se estilan en los cursitos del Recurso Humano hay uno de esos que empieza con «si fuera un animal, ¿cuál sería?» “¿Y si fuese una canción?” “¿Y un libro?” “¿Y un perfume?” y así se van definiendo los participantes, casi siempre con caballos y toros y nunca con gambas o gallinas. Ni con colonia Varón Dandy ni con “La barbacoa».
Si fuéramos Francia a lo mejor oleríamos a Chanel Nº 5 y si fuéramos Italia un bolso de Prada, pero como somos España, nuestra marca no es ni siquiera Deliplus, es que es mucho más cutre. No llegamos a ser Venezuela, donde el uniforme de gala es un chándal de táctel, ni Portugal (más quisiéramos) país del cual Miguel Esteves Cardoso no se define más allá que por una cesta de sardinas en la cabeza pero deje usted que llegue el verano y se llene el patio de minishorts embutidos y dedos aireados.
Por mucho que se empeñen cuando queremos hacer una serie de televisión, en lugar de salirnos «Los Tudor» nos sale «Isabel» que más parece “La venganza de don Mendo” que el relato histórico de nada, y cuando queremos brillar en algún estrellato cinematográfico acabamos pareciendo un desfile de Cornejo.
No se puede hacer Country Branding cuando lo que mola es emigrar y dar clases de español sin saber ni español, ni enseñarlo, trabajar en minijobs en Alemania y seguir produciendo presidentes del Gobierno que no hablan inglés. Por decir algo.
Yo ahora trabajo en un sitio cuya marca no se conoce. Ni falta que hace oiga. Tal y como están las cosas es mucho mejor no tener marca que ser la Compañía de la Felicidad y hacer un ERE sin despeinarse. Mucho mejor no tener más que una línea pequeña en un folleto que aparecer en la bolsa tocando la campanita y desaparecer en Brasil no muchos años después. O ser un concepto discutido y discutible y que te ninguneen en todos los foros, incluidos los de Internet.
* * *