Economista Descubierta

Siete años en el desierto

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Ya saben que servidora presenta una edad de esas en las que lloró por la madre de Marco y necesita un plan. Mi propio plan A, basado en la confianza en mis conocimientos y mi soberbia concepción de mí misma, que se fue al garete cuando el Sitio Elegante fue vendido y todos nosotros invitados a marcharnos.

Entonces empezó el largo periodo bíblico de siete años de cura de humildad, recomposición del sitio y el espacio, adaptación al medio austero, desesperación, frustración, desengaño, cinismo y, finalmente, aceptación de que mi época había pasado y que hablar del Sitio Elegante era como hablar del Banco Coca, que sólo recuerdan los que por él pasaron.

Me adapté, por necesidad y por costumbre, a mis nuevas circunstancias, que consistían esencialmente en tragar mucha quina y disimular, no fuera a ser que se me descubriera y me pusieran de nuevo de patitas en la calle. En la calle hace mucho frío y el WFA da para inspirarse pero no para consolarse, ni mucho menos para pagar las facturas.

Siempre he pensado que la única y verdadera libertad de la mujer es la de poder ser autosuficiente, aunque toda su autosuficiencia se vaya en pagar los gastos de la prole. Ser “empleable” aunque fuera en lo más sencillo y no poder decir aquello de “no sabía firmar un cheque”.

No tenía plan B y mis capacidades que presumía tan necesarias no eran las que querían las empresas en crisis. Mi capacidad de reinvención pasó por convertirme en la Mejor Gestora Doméstica que en el mundo ha habido y a contemplar mi casa desde un punto de vista de control de Gestión y visión de Dirección General. Ya saben, el IESE te transforma. Capacidades que sirvieron para redactar contratos de Marmotas, hacer menús equilibrados, comprar en una hora e incluso dar formación a aprendizas desesperadas.

Pero las que me habían empleado en su momento ya no se estilaban, y las empresas estaban todas “offsorizandose”, desmantelándose, transformándose y los Recursos Humanos convertidos en residuos humanos de coste variable y, a ser posible, barato y lejano.

Mientras que todo eso pasó yo me había hecho mayor y los años laborales de las mujeres cuestan y cuentan doble. Me había pasado de moda.

Pero mira tú por dónde, alguien ha pensado que la Economista Descubierta es el fichaje por el que merece la pena pagar e incluso contratar.

No les cuento más, porque me tiemblan las piernas. Pero parece, parece que de nuevo alguien paga por mis capacidades y conocimientos, incluso aunque ahora sea más vieja y más cínica.

Deséenme suerte. La necesito.

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