Economista Descubierta

La lista de la compra

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Cuando pasé a ser nueva pobre y en mi paso por el paro aprendí, tarde y a la fuerza, a gestionar mi economía como no lo había hecho hasta entonces.

Y por supuesto, cuando tuve hijos, aprendí a colocar prioridades. A mí los pies ya no me crecen y si total, lo pasado de moda ahora se llama vintage, bien podía yo aguantar con las mismas botas el tiempo que hiciera falta.

Todas las frivolidades y los caprichos desaparecieron. No me ha pasado sólo a mí, sino a los seis millones esos que vivíamos por encima de nuestras posibilidades y que por lo visto estábamos dedicados a las burbujas.

Así que he analizado la lista de la compra de la mujer de Bárcenas y la he comparado con la mía para ver en qué se gasta ella el dinero y en qué me lo gasto yo. Y he llegado a la conclusión de que miente como una bellaca, porque dice que se gasta 50 euros mensuales en peluquería.

Vaya por delante que a mí las desocupadas profesionales siempre me han puesto de mala leche, para ser precisos, de muy mala leche, y si las susodichas desocupadas se pasan el día ingresadas en la peluquería y en la “manipedi” entonces ya me terminan de descomponer. Afortunadamente tengo pocas ocasiones de coincidir con determinado tipo de mujer, porque servidora no se ingresa en la peluquería a media mañana entre semana.

Pero en Madrid la peluquería más barata no cuesta menos de 15 euros sin IVA y eso de lunes a miércoles y sólo peinar. Sin cortar, sin teñir y, si me apuran, sin secar.

A lo mejor es que la señora quiere ir peinada a las entrevistas de trabajo que debería empezar a hacer, aunque ya le digo yo que con más de 45 y sin estudios lo tiene claro clarinete. No me sirve secretaria porque las hay más monas y más jóvenes, aunque me serviría dependienta de corner de cosmética selectiva de El Corte Inglés, pero también las hay más monas y más jóvenes.

A lo mejor es que la pobre señora sufre de efecto lipstick y se ve tan abocada a la desgracia que no le queda más remedio que atusarse para espantar su desgracia. No hay mal que no se atenúe en la peluquería ni pena que no se ahogue con el ruido del secador.

Pero no me lo creo tampoco, lo de la terapia y el efecto lipstick, porque no me creo que se gaste el pastizal en pollo y huevos y se gaste tan repoquísimo en peluquería. Vamos, casi tan poco como la Infanta Cristina que siempre va de real despeinada con bolsa de Mercadona.

No entiendo que se puedan tener tantísimos gastos corrientes y haber vivido sólo de un sueldo. Sueldo de empleado de partido, dicho sea de paso. O no entiendo cómo gastándose apenas 50 euritos en la pelu se pueda gastar tanto en farmacia.

Vamos, que suena a trola, suena a hacerse los pobres, pero poquito, a unos porque ya se les ha olvidado la gestión de la estrechez y otros porque podrán hacerse los tirados, pero nunca jamás consentirán en serlo.

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