Guerra de Divisas: Conclusiones (III)
Conclusiones a la serie «Guerra de Divisas, ¿un peligro para las exportaciones europeas?»
(enlaces: primera parte / segunda parte)

David de Bedoya Azorín-Albiñana
Analizadas las consecuencias de la actual guerra de divisas en el primer artículo desde una perspectiva monetaria y cambiaria y completado dicho análisis en el segundo artículo desde la teoría del capital y el tejido exportador español, queda ahora extraer las conclusiones, de manera sucinta, que el análisis previo nos aporta.
La primera conclusión es que la guerra de divisas no nos hará salir de la crisis. Depreciar la moneda sólo esquiva la crisis, la posterga en el tiempo siguiendo el ciclo auto destructivo en el que los sistemas monetarios modernos (con la base de la teoría de Friedman) se encuentran inmersos. Una perpetua estrategia de llevar los problemas a futuro hasta un gran colapso final.
La función del dinero como depósito de valor se pervierte, se genera un perverso incentivo para el sistema financiero y para la estructura productiva (que ve cómo sus ineficiencias serán solventadas a través de ulteriores depreciaciones) que convierte la economía que pauperiza su moneda en un enorme laboratorio de destrucción de riqueza.
Además, si bien los efectos de la depreciación pueden reflotar en el corto plazo la industria exportadora, son efectos inocuos que rápidamente los absorbe el dinamismo del mercado. Por el lado financiero, los ajustes se producen a gran velocidad equilibrando vía tipos de cambio las fluctuaciones en los distintos tipos de interés. Por otro lado, los desajustes de la economía real son corregidos vía repunte de precios (ya sea por el envilecimiento de la moneda, sea por el aumento de coste de materias primas foráneas, sea por ambos).
Y es que, este nacionalismo monetario keynesiano (como lo bautizó Hayek) acaba incluso resultando contradictorio. Esto lo observamos con los tenedores de deuda norteamericana. En el largo plazo, la rebaja de los tipos de interés (subida del precio del bono americano) ha atraído muchísimo capital extranjero (sobre todo chino) a dicho mercado. Es decir, en la actualidad, la mayor parte de la deuda americana en manos de no residentes se encuentra en China. ¿Es esto un sistema nacionalista cambiario? Es decir, a través de una depreciación continua se ha hecho depender gran parte de la financiación del sistema económico que se rige por la divisa depreciada de un agente extranjero. Si es que, la curva de tipos, la estructura temporal de tipos de interés, la controlan en gran parte los chinos en la economía americana. Repito, ¿es esto nacionalismo? ¿Es nacionalismo quedar sometido a la tiranía del extranjero sin realmente aportarle valor añadido?
Por todo, la guerra de divisas es inocua de cara al exterior. Sólo sufrirá el tejido exportador del país que no deprecia su divisa si la ventaja competitiva no tenía fortaleza suficiente o si, aun teniéndola, el desajuste es tan inmenso que se ve forzada a adaptarse. Aun con todo, dicho proceso de adaptación puede ser rápido e indoloro si se dan las condiciones idóneas; permitiendo, en última instancia, que siga rigiéndose todo el sistema bajo los cánones de la teoría de Smith y Ricardo.
Por ello, la Ley de Say funcionará mejor y más rápido será el proceso de ajuste (y más si venimos de un largo periodo de déficit exterior como España) cuanta más libertad exista en el mercado. Cuanto más flexible sea el sistema más inmune será frente a las artimañas monetarias del vecino; impidiendo que éste traslade de manera estructural sus desajustes a la economía exterior. Por el contrario, el vecino sufrirá inevitablemente un proceso de burbuja al destrozar el valor de su moneda.
Por ello, la guerra de divisas no debe preocupar a nuestras exportaciones, debe preocupar a todo el sistema debido al efecto en el largo plazo (generando un ciclo) que provoca. Es éste, y no otro, el verdadero problema que subyace. Una huida hacia delante y hacia el gran colapso final. Sólo con más libertad, con rendición individual de responsabilidades y con un dinero sano y óptimo se evitan estos problemas.
Aun con todo, ¿incluso en esa coyuntura sería posible generar ineficiencias vía depreciaciones? Por supuesto, aunque el ajuste fuera muy rápido parte de las pérdidas serían trasladadas. ¿Cómo evitamos que los estados puedan afectar de esta manera a la economía real que hace bien su trabajo y que se desarrolla de manera libre y responsable? Fijando un tipo de cambio fijo. ¿Cualquiera? Bueno, el que elija el mercado. La experiencia nos dice que el más óptimo a tal fin, el que realmente es un buen dinero y protege a la sociedad, es el patrón oro.
* * *