Es mejor ser mona

Estos últimas semanas ando muy interesada en los debates entre las Hakim y las Mona Chollet (“Belleza fatal: las nuevas caras de la alienación femenina”) y encuentro que ésta última está la pobre bastante despistada, sobre todo en la ilusión que le pone al asunto “vamos a cambiar a la sociedad entera”.
Soy la primera que no soporta la hipersexualización de las niñas y a sus absurdas pelilargas madres empeñadas en vestirse ambas de fundas de almohada, pero si hay algo que hay que hacerles notar a las feministas de última generación es que si no fuera porque son tan correosas, serían tiernísimas. Se lo creen todo con la misma convicción que mi hijo que juró haber oído a los camellos la noche de Reyes.
Y leo en El Confidencial un articulito titulado “Culta no, es mejor ser mona” que daría cien patadas a la Chollet y mucho gustito a la Hakim. La Chollet tenía que sentarse un rato con Letizia, que captó el mensaje a la primera y se dejó de joyas literarias y se dedicó a joyas de brillantes.
Sospecho por ahí que nos siguen y nos copian porque eso ya lo dijimos nosotros en primero de Blog y como me copien lo de la Finishing School entonces sí que me corto las venas.
Es cierto que tener un mínimo de cultura general pasa hoy por ser un friki y la mayor parte de la gente te compadece como si tuvieras vitíligo, pero también es cierto que siempre hay alguien que se solaza con lo mismo y es con esos con los que quieres estar y no con los otros. Yo me mazo a gintonics mucho más a gusto con mis amigos los cultos que con mis conocidos los ignorantes, porque para oír hablar de fútbol y de marmotas, servidora prefiere hablar de alguna otra cosa. Y ya saben que C.W. está cañón y tiene dos carreras, no una en cada media.
Pero también es cierto que, llegado a determinado nivel económico, no hay quien no trate de recuperar el tiempo perdido y se marche con las desocupadas al Thyssen a ver la exposición de Cartier o a las conferencias del Museo del Prado. Está bien ser mona, pero cuando se deja de ser mona (y todo llega) hasta la más tonta quiere no ser absolutamente tonta.
Para eso, naturalmente, están las artes decorativas, de suyo más sencillas y la redención por los cupcakes y las tapicerías. Digamos que hay que ser mona, hacer un poquito de meditación y de Pilates, haber leído las sombras de Grey esas y hacer el roscón de Reyes con tu propia Thermomix.
Queda mal decirlo, sobre todo porque ya no estoy en el mercado, pero servidora, a pesar de preferir el Corominas al Hola, ligó muchísimo hasta anteayer por la tarde, fecha en la cual se arruinó y empezó a darse las mechas en las academias de peluquería. Ya lo sé, siempre hay un roto para un descosido, pero, como decía la inefable azafata de “Aterriza como puedas”: “vamos a morir, oh, sí, pero yo, por lo menos, estoy casada”.
La Economista Descubierta en blogspot.com
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