Empleado imprescindible
Hacía mucho que no había vuelto a saber nada de Tamara 3.0, aquella periodista cuyo nombre y cuyo pelo frito ya la delataban, que me llamó “parada amargada” y “envidiosilla”, cuando ella escribía toda fascinada sobre el Recurso Humano y yo me dedicaba a criticar con fundamento las obviedades que despachaba.
El Recurso Humano da para mucha tontada y mucha superficialidad. Mucho océano azul, mucho cisne negro, mucho monje vendedor de Ferrari, mucho no miedo y mucha vaina. No sé si a Tamara le cayó Expansión y Empleo como premio o como castigo, pero la chica se lo tomó con muchísimo interés. No está el empleo como para perderlo.
El caso es que tal vez no fue premio ni castigo sino decisión personal, vocación última o llamada ineludible de una fuerza interior. Sea lo que sea, Tamara ha vuelto.
Ha vuelto para hablar del empleado imprescindible. Bueno, ella no. Ella entrevista a Yolanda Gutiérrez, a la que hace 20 kilos que no veía, y a uno de Randstad, al que no conozco y espero no llegar a conocer nunca porque, si mi ya acabada carrera termina como temporera, estoy por dejarlo y dedicarme a las labores propias de mi sexo.
El concepto empleado imprescindible es contradictorio en sí mismo. Si se casan los viudos en menos de un año, por mucho que lloren y se lamenten, que cuanto más lloran, antes se casan y se sustituyen los compañeros de cama, como para no sustituir a los empleados.
En los manuales de Gestión de Marmotas, que existen, siempre hay un capítulo dedicado a explicar que, a pesar de que el peor de los escenarios es que la susodicha te deje tirada de un día para otro, ninguna Marmota es imprescindible. Si se puede sustituir a aquella que recoge amorosamente a tus hijos del colegio, pudiéndolos alquilar por horas a alguna rumana, se puede sustituir a quien haga falta. Imprescindibles, lo que se dice imprescindibles, no somos nadie. Y de serlo alguien, lo sería la Marmota.
Pero como está la cosa fatal, conviene hacerse el imprescindible. Según los amigos de Tamara 3.0 el empleado imprescindible y fetén es un dechado de virtudes, flexible como un junco, fuerte como un roble, permanentemente en formación, social, ético, estético, honrado, honesto, transmisor de conocimiento, líder espiritual, servicial y prudente, valiente pero prudente, visionario, innovador, resiliente y todas las virtudes en su justo grado. En fin, Rafa Nadal revivido en empleado.
Si usted consigue todo eso, usted es una joya y no le echarán jamás, así decida la Telefónica llevarse las centralitas al Altiplano Andino y convierta a Matilde la imprescindible en Marisleysis la impresentable.
Y como los imposibles metafísicos son de suyo chungos de alcanzar, conviene ir decidiendo si a uno lo van a echar por poco virtuoso, por superfluo o por cualquiera de las dos cosas. Total, para el caso, da lo mismo.
La Economista Descubierta en blogspot.com
* * *
Esta obra se publica bajo la licencia de Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Spain.