Tiempos confusos

Tengo un amigo que hoy me ha escrito para decirme que los tiempos son confusos, por no decir una mierda. Esto es lo que ha dicho literalmente y mi amigo no dice (ni escribe) palabrotas.
Mi amigo es un hombre pausado que, aunque se preocupa por lo esencial, vive muy ocupado por lo circunstancial, y tengo que darle la razón en lo primero. Vivimos en tiempos confusos, por no decir una mierda.
Tengo que reconocer que me falta perspectiva y también recursos intelectuales para entender y pronosticar o incluso digerir el vaivén que nos azota. Últimamente me dedico al micromanagement y al misticismo y paso de hacer menús semanales y contratos para las Marmotas de mis amigas a repasar la polémica Leibniz-Clarke sin despeinarme. Como no soy capaz de digerir lo grande me dedico a lo pequeño o a lo pasado.
Tengo una conocida que es doctora en Historia Antigua (doctora de verdad, no como la inmensa mayoría de los licenciados en Medicina) a la que los romanos le parecen modernos, que ve esto con muchísima más perspectiva que yo y está, por supuesto, mucho menos agobiada. Y eso que ella es profesora de universidad y la Historia está en las primeras posiciones para ser extinguida como estudios universitarios.
Puedo atisbar algunas de las razones que necesariamente juzgo desde mi perspectiva y mi opinión, y ya saben que soy colectivista y reaccionaria, con lo que más que a los mercados así en abstracto, le echo la culpa a la voracidad y la ambición de muchos. Puedo también asistir escéptica al espectáculo obsceno de las masas jaleando a los futbolistas y a las pazguatas llorando por cualquier cantantucho con pinta de efebo depilado, y desde luego asisto horrorizada a los TTs de cada día, que cuando no son Paquirrín son «porque yo lo valgo» o cualquier tontada similar.
Sé, con mi sabiduría popular y refranera que nunca choveu que non escampara, y que no hay bien ni mal que cien años dure, y que más se perdió en Cuba y volvían cantando. Espero que vengan tiempos mejores y mientras tanto tampoco se me ocurre mucho más, porque no tengo ni idea y tampoco me veo capaz de llegar a tenerla. La Economista es lista para los recados pero tonta para el polinomio, y esta situación se me antoja de polinomios y no de recados.
En esta crisis he pasado por todos los estados de ánimo, incluidos sentirme culpable por mí y por todos mis compañeros, responsable en nombre de todo el sistema financiero y, finalmente, destinataria de todas las preguntas e ignorante de todas las respuestas. No puedo más de confusión y de conversaciones de bar y de ascensor sobre la prima de riesgo, los corralitos o de sacar el dinero del país porque, por lo visto, el fin del mundo es el jueves próximo y nos pilla sin confesar y sin depilar.
Vivo agobiada, como casi todos, por conservar el empleo y he perdido la fe en lo que hago y la esperanza en que algún día llegue a gustarme. He cambiado mis hábitos de consumo, escribo como una posesa y releo todo lo que puedo, porque ya ni libros nuevos me compro. Pero no tengo ni idea de si hay solución o si esto es para siempre, si volverán a ser las cosas como las conocí, y si podré tener alguna vez perspectiva para poder entender esto.
Son, efectivamente, tiempos confusos, o mejor dicho, una mierda.
La Economista Descubierta en blogspot.com
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