Economista Descubierta

Tantas escuelas como padres

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A estas alturas del campeonato pocas dudas quedan ya de lo antigüita que soy en lo que a educación se refiere. Y la verdad, que a base de rodearse de antiguallas como yo, se le olvida a uno que hay otros modelos y, sobre todo, partidarios de otros modelos. No está de más, de vez en cuando, atender a las razones de los otros para convencerse (o no) del modelo educativo elegido para los propios infantes.

Tuve una amiga que trabajaba en Berlín en una guardería no autoritaria, alternativa y vegetariana donde la roña detrás de las orejas de los niños merecía por sí sola una sala del Pergamon Museum. Como los niños hacían lo que querían y sus padres no les obligaban a nada, las criaturas estaban todas sucias y vestidas como Dios les daba a entender. Como además era vegetariana y no autoritaria, los niños no comían nada, porque de sobra es sabido que a las verduras se llega con la edad y que los niños no quieren ver a las judías verdes ni en pintura.

Mi amiga, que en España hubiera pasado por la típica progre de la Universidad de La Laguna, les resultaba a los padres rígida en exceso y terminó dejando aquel trabajo, que le desesperaba en demasía. Se dedicó a la atención de ancianos con demencias, que eran alumnos bastante más aplicados.

En aquella época las dos nos reíamos porque pensábamos que semejante modelo no podía reproducirse en otro lugar que no fuera Alemania, pero estaba claro que nos equivocábamos, porque en España también existen esos colegios donde los niños el día de la Prueba de Primaria se ponen malos y del que todavía no ha salido (casi) ningún ingeniero de Teleco. Colegios donde los niños “eligen” qué quieren hacer, cuándo lo quieren hacer y cómo y con quien lo quieren hacer, todo muy ambientado en el rollito de la felicidad y el apego.

La verdad es que a mí me cuesta entender por qué esos colegios son, además, bastante caros. Digo yo que si los niños pueden elegir lo que quieren o no quieren hacer, los padres podrían elegir lo que quieren o no pagar. Pero no. Gratis no son y no, el gasto no es precisamente en libros, porque no tienen libros. Según ellos, el conocimiento en España se transmite de una manera horrible y se da demasiada importancia a la memoria. Lástima que no se puedan hacer predicciones de Alzeihmer en población escolar, porque sería un dato interesante de mirar.

Por no hablar del famoso trauma de los deberes y los exámenes, que por lo visto son terribles porque bastante sufres ya en el colegio con pintar la mona o tocarte las narices.

La verdad es que mientras el modelo no sea obligatorio, cada uno educa o estabula a sus hijos como buenamente quiere o le parece. Mientras los sufras tú, educa a tus hijos como te de la gana, pero, eso sí, no te quejes si el día de mañana no se come un colín laboral o no le den una beca por suspender las matemáticas.

A unos nos gustan los colegios de uniforme y delantal, y a otros los de modelado libre de las propias capacidades e intereses y llega por ti mismo a las integrales y a la resistencia de materiales, si es que puedes, claro.

Yo preferiría que se estudiaran los ríos del nacimiento a la desembocadura, con afluentes por la derecha y por la izquierda, y no sólo el trozo que cae en tu comunidad autónoma antes que este modelo libérrimo, donde echas agua con un cubo y te haces idea de cómo se forman los ríos, los lagos y los charcos. Tú primero te aprendes los ríos (todos) y luego, si te portas bien y te lo ganas, a lo mejor te llevo un día de excursión a Cullera, y ves la desembocadura del Júcar. Y si suspendes, te la ganas. Por vago.

La Economista Descubierta en blogspot.com

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