David de Bedoya Azorín-Albiñana

Motivos para sonreir

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En este 2012 que se termina todo parece que son malas noticias, desde aquellas del ámbito macroeconómico hasta de las más variopintas. De esta manera, todo parecería indicarnos que el año 2013 desde luego va a empezar con muchas y mayores dificultades (peores de aquellas que reinaban cuando comenzó 2012) y, desde luego, que será un año en el que no veremos el inicio de la recuperación sólida, constante y duradera.

Sin embargo, empujado por el buen ambiente que reina estos días en la sociedad, días de descanso, días para pasar en familia y días de muchas sonrisas, debemos también pararnos a pensar en las buenas sensaciones que la economía nos ha dejado en un año 2012 en el que no todo ha sido adverso y se dejan ver ciertas pautas que pueden significar buenas noticias.

 

En primer lugar, y por su relevancia, se sitúa la mejoría de las exportaciones a nivel agregado. Es más, la situación ha llegado hasta tal punto en lo positivo que estamos muy cerca de convertirnos en una economía globalmente ahorradora. Las implicaciones que tiene este nuevo cambio son fundamentales, pero previamente, merece la pena mirar cómo hemos llegado a esta nueva situación para ver qué implicaciones tiene.

Gr'áfico: Importaciones - exportaciones (corrientes y constantes)

Como vemos, y a raíz de lo explicado en La futura burbuja de Deuda Pública Española, a partir de inicios de la última década la diferencia entre nuestras importaciones y exportaciones fue aumentándose considerablemente, llegando al punto mayor durante 2007. No estábamos ante una burbuja de importaciones sino ante una preocupante e insólita falta de fuerza de nuestras exportaciones. Todo el crédito que había llegado salvajemente a España desde el año 2001 había contaminado nuestro modelo productivo hasta el punto que nuestras exportaciones no eran capaces de levantar la cabeza (teniendo una gran variación en términos corrientes, lo que no era un buen indicador de su fortaleza).

Aún así, a partir de 2007 hemos sido incapaces de mantener (como no podía ser de otra manera) la brutal cantidad de productos que importábamos constantes, lo que nos ha llevado inevitablemente a recortar nuestro déficit por cuenta corriente. Ahora que ya tenemos esta buenísima noticia, habrá que analizar si es sostenible o no lo es y, sobre todo, si puede ser una buena alternativa de futuro.

Nadie pone en duda que convertirnos en una economía exportadora, en un mundo cada día más globalizado y más competitivo, es una brillante idea. Todo lo que iremos aprendiendo del resto de países, sus modelos de trabajo, sus canales de distribución, su cultura, todo ello va a integrarse en nuestro tejido industrial generando grandes sinergias que nos volverán más productivos a diario. Ahora bien, lo importante de este cambio de cultura productiva en España es si vamos a poder mantenerla en el tiempo o si va a ser sólo una “moda pasajera”. Muchas de las señas actuales que impulsan con fuerza nuestras exportaciones no llaman precisamente al ánimo (bajos salarios, bajo nivel de importaciones agregadas, baja productividad y, sobre todo, una economía que ahora mismo no tiene capacidad de absorber mayor fuerza laboral) aún así podemos suponer que las mismas tienen un carácter eminentemente coyuntural. Estamos viendo cómo poco a poco las variables demográficas en España se están ajustando a la capacidad laboral y económica del país a momento actual, los salarios se están reajustando allí donde era necesario ajustarse por su baja productividad y burbuja productiva, mientras que en otros sectores se están manteniendo a niveles aceptables (incluso actualizándose con la inflación). Si no tuvieran los agentes productivos el enorme lastre que representan las cotizaciones a la seguridad social (más del 30% de lo que tributaron respecto de sus ingresos el año pasado, según datos de Expansión) que hace que el coste laboral unitario esté a día de hoy (y en términos medios) superior a en 2007 mientras los salarios han caído, hablaríamos de una situación distinta, lo que también nos hace concluir su carácter coyuntural o, si se quiere, temporal. Por último, la productividad ha sido excesivamente baja en España durante los últimos lustros y viendo que nuestros manirrotos políticos no atinan a solucionarla, confiemos en el impulso interno de cada compatriota para que nuestra baja productividad acabe repuntando. Además de todas estas notas positivas, es sorprendente que con un crecimiento global del 3% durante 2012 nuestras exportaciones se hayan comportado de esta manera, muestra más de su fortaleza.

Por todo ello, y cerrando el capítulo de nuestras exportaciones, cabe pensar que se irá consolidando con el tiempo y nos iremos convirtiendo cada día más en una economía muy competitiva a nivel internacional y cada día más ahorradora (tampoco podemos hacer otra cosa debido a nuestras enormes deudas con el exterior, dicho sea de paso).

Como segunda nota positiva tenemos que destacar que 2012 ha sido el año en el que nuestras empresas, nuestras grandes empresas (así como las PYMES, aunque no en la misma medida como es normal) han comenzado a comprender que el binomio apalancamiento-rentabilidad que imperó durante la década de burbuja y crédito barato se ha transformado (tal y como lo anticipa la teoría financiera) en el binomio renta-riesgo de nuevo, siendo el riesgo el apalancamiento. Así, las empresas han comenzado a reducir sus niveles de riesgo en dos grandes frentes: por un lado, han reducido su cartera de activos riesgo dejando la diversificación financiera para aquellas empresas que realmente conocían el negocio; por otro lado, han reducido su ratio Deuda/Activo. Comenzaron primero las grandes constructoras (como ACS) desinvirtiendo en las carteras de valores, unos balances en los que cada vez más peso tenía su cartera de Instrumentos Financieros, no como inversiones a largo plazo en la mayoría de los casos sino como meras carteras especulativas. Sobre todo, la mejor seña ha sido la finalidad que les han dado a los fondos obtenidos con esas ventas, ya que se han destinado a reducir su pasivo. A su vez, hemos visto como se han sacrificado los dividendos en las grandes del Ibex, algo que podría parecer sagrado antaño y muy demandad, hoy en día ha sido un gesto aplaudido por los inversores. Entre los malos ratings obtenidos los últimos meses y las sombras de grandes quiebras tal vez las empresas no tuvieran otro remedio que realizar estas desinversiones, pero de facto las han realizado y sus balances se han vuelto más estables. Lo que ha conseguido (y esto también se refleja cada vez más en nuestras PYMES) que sus deudas hayan descendido y vuelvan a tener viabilidad y la firmeza suficiente para capear este temporal. Por lo tanto, tenemos aquí nuestra segunda nota positiva.

Sin lugar a dudas, el sector financiero nos deja una de cal y una de arena. Por un lado, el modelo de negocio sigue intacto en ciertos excesos en la Banca de Inversión (como pueden ser los altos costes de Mano de Obra por unos salarios que están fuera de control en las grandes capitales financieras, incluso en bancos rescatados o con dinero público, lo que puede resultar muy chocante y no sabemos si una muestra de alta competencia en el sector que se mantiene intacta o una reliquia de los grandes años de la Banca de Inversión), así como con estos excesos de costes hemos visto como los bancos han aumentado su fuerte dependencia y unión con las Administraciones Públicas, no sólo acudiendo a las mismas para que las rescaten, sino porque en 2012 se ha consolidado el modelo de liquidación de inversiones inmobiliarias con la figura del “Banco Malo”. Además, prueba más de esta unión es el fuerte peso de la deuda pública en los balances del sector. Aún así, y pese a estas notas que podrían resultar negativas, tenemos fuertes notas positivas. Por un lado, por fin se han dado cuenta los grandes bancos que lo que en la actualidad necesitan es liquidez. Que no pueden depender ni del negocio de compraventa de derechos de crédito en tiempos de crisis productiva ni pueden seguir viviendo a expensas de altos niveles de deuda. Así hemos visto rescates internos dentro del sector financiero (protagonizados por el Banco Santander con sus dos últimas adquisiciones y reorientando el modelo de negocio de Banesto, por ejemplo), hemos visto también ampliaciones de capital (la del Popular, que aunque en parte fuera una ampliación blanca ha tenido gran éxito) y, sobre todo, hemos visto mayor estabilidad en el sistema desde que la crisis de Bankia desapareció del horizonte (crisis que, por cierto, ya quedó demostrado que la misma culpa tenían los gestores de Bankia como sus acreedores). Contamos pues con esta tercera nota positiva.

Otra nota positiva que nos deja, y tal vez más difícilmente medible en términos agregados, es la persistencia de la población española en negar el malestar económico que nos asola. En efecto, durante este año nos han recortado la renta neta (mediante recortes del gasto público y fuertes subidas de la tributación) y aún así el consumo se mantiene pujante y sin sufrir la misma bajada que ha sufrido nuestros ingresos a nivel agregado. Es más, el hecho de que la recaudación por impuestos indirectos se haya mantenido sin descender drásticamente (o que no haya descendido tanto) tiene buena culpa los españoles que han seguido saliendo a la calle a consumir y a intentar mantener su nivel de vida, tal vez no con tanto endeudamiento a nivel general y desde luego con mayor sufrimiento, pero al fin y al cabo con la confianza de que saldremos de ésta en algún momento. No son cifras que permitan ser excesivamente optimistas (ni las de consumo ni, muchísimo menos, las de Inversión Agregada), pero podemos tomarnos la licencia de dejar aquí señalada nuestra cuarta nota positiva.

Y por último, y ésta es la que a mí particularmente me da mayor confianza a mí para ver una cercana recuperación, se están cumpliendo a la perfección ciertas pautas de los ciclos bursátiles de Dow. Probablemente muchos me llamaréis antiguo por fijarme en la “pre-historia” bursátil, pero merece la pena mirar lo que Dow decía acerca de los movimientos en Bolsa y cómo anticipar periodos de Bull Market viendo tendencias alcistas. Así pues, esta primera fase alcista y adelantada a una gran recuperación es la que Dow llamaba “Fase de Acumulación” y, por decirlo brevemente, era una fase en la que nos encontrábamos en el punto más bajo del ciclo bursátil, con unos volúmenes de contratación mínimos, con baja volatilidad y fase en la que las grandes instituciones se vuelven compradoras. Pues bien, a diferencia de lo que ocurrió en 2011, el saldo de las instituciones ha sido comprador durante este año, pero me quiero fijar en el verano. Durante el verano fijamos un Doble Suelo en el Ibex, el comentario más repetido entre los inversores (de junio a septiembre) fue el bajísimo nivel de intercambios que se estaban dando y, a su vez, unas volatilidades muy por debajo de las que vivimos otros periodos, es más, de estar el selectivo español por debajo de 6000 puntos a tontear ahora con los 8000. Es pues un hecho que las pautas de la fase de acumulación de Dow se han estado cumpliendo estos últimos meses y parece también que empieza a verse la segunda fase de la tendencia alcista, la fase de liquidez, caracterizada por unos niveles mínimos en las rentabilidades de la Renta Fija (poco a poco han ido reduciéndose las tasas que la deuda soberana o privada pagaba a los inversores también en los últimos meses, y aunque falte un mundo para alcanzar mínimo las señas nos permiten ser optimistas).

Concluyendo con la teoría de ciclos bursátiles de Dow, no hay que olvidar que como él mismo señalaba, en ocasiones estamos ante tendencias primarias (que se alargan en el tiempo y van de la mano con el ciclo macroeconómico) y en ocasiones estamos ante tendencias secundarias (que no se alargan en el tiempo y forman parte única y exclusivamente del ciclo bursátil). No podemos aún saber si estamos ante una primaria o una secundaria (y muchos apuntan que sólo estamos así por el BCE) pero podemos ser optimistas y creer que estamos en una primaria y que pronto se recuperará (con los famosos 6 meses de retraso) el PIB una vez se recupere nuestro selectivo. Esta sería pues, y es mi favorita, la quinta nota positiva.

No debemos dejarnos dominar por los malos augurios respecto a la economía, no debemos dejar que la incompetencia que prácticamente a diario demuestran nuestros dirigentes nos suma en el desasosiego. Tenemos razones para ser optimistas, para pensar que poco a poco vamos saliendo. Puede que no haya “brotes verdes” pero sí que se ven ciertos rayos de sol. Muchos más parados este año y una alta tensión respecto a nuestras finanzas públicas, pero como dicen por ahí: la noche es más oscura al alba, justo antes de que salga el Sol.

Pasen ustedes unas felices fiestas en compañía de sus seres queridos y permítanse, por unos momentos, ser optimistas.

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