Los headhunters

Dentro de los terrores que me causa la sola posibilidad de volver a quedarme sin trabajo es tener que volver a lidiar con los headhunters. De toda la patulea del mundo consultoril, si hay una recua de personajes a estudiar, esos son los headhunters.
A la dedicación headhunteril se llega normalmente por dos vías, además de la casualidad, claro está. Y ambas vías provienen del fracaso profesional anterior (con honrosas excepciones, claro está) y la desmedida ambición por la pasta. El que crea que la búsqueda de directivos tiene mayor valor añadido que la búsqueda de piso, se equivoca. Y el que vende tal cosa, desde luego, no lo piensa, pero lo cobra.
Los headhunters, en su mayor parte, son directores de Recursos Humanos venidos a menos o ejecutivos fracasados de empresas que ya nadie recuerda… Y si no, que levante la mano quien se acuerde del Vizcaya o de Campsa. No hay headhunter trasnochado que no te narre sus experiencias con Pedro de Toledo, que ya ha debido criar varias generaciones de malvas, el pobre.
Además, los headhunters están especializados, sobre todo, en ponerse a parir los unos a los otros, cosa que en ningún otro oficio se estila. No he ido nunca al médico para oírle despotricar de su competencia. Fracasados y maledicentes y, en su inmensa mayoría, viejos, pero inevitable peaje del que busca trabajo. Una desgracia como otra cualquiera, qué le vamos a hacer.
Así que, si no le queda más remedio que ponerse en manos de headhunters, lo primero que debería aprender en su ignorancia es que el headhunter, además de todo lo anteriormente mencionado, no es su apoderado ni su manager. El headhunter trabaja para sí mismo y, a veces, para el cliente. Digo a veces porque los clientes ya no pagan y los headhunters cobran sólo a veces. Y teniendo en cuenta que el trabajo no remunerado no es trabajo, la calidad del producto es discutible.
Así que si uno espera que le reciban o le busquen un trabajo, más vale que se vaya desengañando y haga mejor una novena a San Judas o a cualquier santo dedicado a las causas imposibles.
Si además pretende que una vez que le reciban o incluso le entrevisten, le vuelvan a decir algo, ya se pueden dar por apañados. Los candidatos y los headhunters están destinados a necesitarse, pero no a respetarse.
Así que vaya por delante que ni al headhunter le interesa su triste historia, ni tiene intención de volver a darle noticias. Le recuerdo que si no cobra por verle, tampoco tiene intención de seguirle la pista.
La Economista Descubierta en blogspot.com
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