Economista Descubierta

Vivir el disimulo

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Ustedes habrán reparado en que yo hablo mucho del Sitio Elegante y de mi añorado Dilecto Jefe pero que de mi actual ocupación y mi jefe, nasty de plasty. Y es que la necesidad, que no la virtud, me han convertido en una tumba simplona y low profile que, como mucho, habla de lo mal que está el servicio, oiga.

Teniendo en cuenta, además, que mi C.W. de mi alma me dejó por un porvenir mucho mejor que su presente en Madrid, me he quedado más sola que la una. Así que no puedo ni chatear con ella, porque anda en otras horas y cuando podríamos chatear, ella curra y yo duermo. Así que ni desahogo me queda.

C.W. se ha peleado esta semana con una secretaria mentecata e insolente y me ha enviado sus conclusiones para mi revisión. En eso todavía nos consultamos a pesar de la diferencia horaria. Cada vez que nos vamos a ciscar en el padre de alguien por escrito, nos “maileamos” y finalmente decidimos callarnos. Por prudencia, por elegancia o porque, por lo visto, la ignorancia dicen  que es lo que más duele. En fin, porque en el fondo somos unas cobardicas que saben que lo escrito, escrito está y ahí queda para futuras venganzas de enemigos nunca suficientemente pequeños y nosotras ya formamos parte de los débiles.

Pero nos quedan repreciosos los mails de cabreo redactados, oiga, a C.W. le sale bien enfadarse por escrito hasta en inglés y por una pinche secretaria, y a mi me queda fenomenal recordarle a cualquier memo que no debería olvidar que si hoy hace algo es porque yo un día tuve poder y voluntar para ayudarle, y que el día que me lo proponga, haré de su miseria la misión de mi vida.

Los escribimos, nos los intercambiamos, nos los corregimos mutuamente, y finalmente, nos recomendamos mordernos la lengua. La verdad es que es una pena, porque vivimos permanentemente envenenadas y con la lengua aftosa, y eso por lo visto no es bueno, no sólo para la lengua y la bilis, sino sobre todo cuando dicen por ahí los artículos soft que los cabreados y maleducados ganan y mandan más. Vamos, y sin que lo digan los artículos, ya se lo digo yo, que cuanto más macarra eres y más mandas, más ganas y menos te tosen. Ya les digo que estoy segura de que la secretaria esa que ha conseguido poner frenética a C.W. es una pelada gritona e indocumentada, a la que han subido el sueldo regularmente cada año y se pira a las cinco a recoger a los niños para que la Marmota los lleve al WFA mientras ella se va a Pilates.

A C.W. que todavía no tiene mochilas y es dueña de su tiempo y su destino, todavía le compensa pelearse e incluso perder los papeles de “cuando en vez”. A mí, que soy una pringada de tercera división, hace mucho tiempo que no me queda más remedio que hacerme la pringada servicial y tontorrona y ver como, efectivamente, me adelantan por la derecha y por la izquierda aquellos de cuya miseria pude hacer un día la misión de mi vida.

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