Capital social

Dice Catherine Hakim (el pelo importa) que si todos tus amigos son pobres y feos, tu capital social equivale a cero. Lo cual quiere decir que tus amigos tendrán valor si te sirven para algo, y si son feos y pobretones difícilmente te harán mayor servicio que un trapo.
Dicho así suena horrible pero, por lo visto, y eso ya se lo dije yo por algún sitio de alguna entrada, el capital social y el networking lo que realmente implica es el blanqueo del amiguismo y la utilización de los contactos para la consecución del propio interés.
La clave, parece ser, de que uno gestione bien su capital social es que no se note demasiado que uno se mueve por interés. Se trata de que parezcas encantador pero no un trepa convenido. Es difícil y no a todo el mundo le sale.
Es como la inversión en arte moderno, o la responsabilidad social e incluso la beneficencia. Queda mal decir que se hace por puro interés, por invertir o por desgravar. Hay que decir que se hacer por amor al arte (nunca mejor dicho) o por puro altruismo y amor a la humanidad. Amor a la humanidad el que yo les diga. Y altruismo más o menos en la misma proporción.
Mi capital social se ha reducido notablemente en los últimos años. Porque ya no tengo una posición relevante, porque ya no hago demasiados favores y porque me he pasado de moda. He añadido a poquísimas personas a mi círculo y he tratado por todos los medios que no se den cuenta de que yo tengo, y tenía, un círculo de lo más amplio y mejor posicionado que se despacha. A mí no me ha hecho falta ningún ascensor social para acceder a ningún trabajo, ningún colegio o ningún club exclusivo. Partía de fábrica con unas relaciones heredadas más que envidiables, a las que, sin embargo, no he recurrido más que ocasionalmente.
Debe de ser trabajosísimo tener que blanquear todo el pasado (y convertirse en un inventor de perfil deseable) para rodearse de los que, teóricamente al menos, te van a sacar las castañas del fuego. Debe de ser un horror ir negando padre y madre, no te digo ya abuelos, limitando provincia de origen y excusándose con la pala de pescado. No quiero ni imaginármelo.
Y digo teóricamente porque no hay más que ver como a la hora de la verdad ayudarse, lo que se dice ayudarse, se ayuda poco la gente. Cada vez que hablo con algún amigo en paro me cuenta lo requetemal que le tratan los headhunters, los mismo que le hacían la pelota no hace tanto.
Yo reduje sensiblemente mi capital social y mi fe en los demás, y aprendí que tenías que o estar buena (muy buena) o verdaderamente estar metida en la pomadita política para ser capaz de sobrevivir a base de contactos.
Y como cada vez tengo menos contactos y, desde luego, no estoy ni buena ni visos de estarlo, lo que está claro es que como me quede otra vez sin trabajo no me va a quedar más remedio que poner un refino, que es como llaman en Andalucía a las mercerías.
Porque prostituciones, las justas.
La Economista Descubierta en blogspot.com
* * *
Esta obra se publica bajo la licencia de Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Spain.