Economista Descubierta

Público, privado

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La directora/dueña del cole de mi hijo me ha dicho hoy que mi niño era el más listo de todo el colegio. Todavía me duele la tripa del ataque de risa. Una cosa es que a mí se me caiga la baba con mi rorro y, otra muy distinta, que yo pague para que me regalen los oídos. A ver, parece evidente que si la profe me dice que el niño es tonto, lo mismo lo saco del cole y busco otro. Lo mismo no, porque éste me gusta y me queda a mano; y lo mismo el niño es tonto, pero el cole es bueno, y esforzándonos los tres sacamos a la criatura adelante, pero, por principios, alguien que gana dinero con ello no me dará una opinión imparcial. Si fuera una maestra nacional por oposición, que va a ganar lo mismo con los tontos que con los listos, pues entonces sí; pero si además de alumno es cliente, entonces la opinión ya está un poco más sesgada.

Yo le he dicho que muchas gracias, pero que de listo a listillo no hay más que un paso, y que sí que sí, pero que eso lo veremos cuando saque el número uno del MIR, sepa jugar al mus, tenga amigos y se haga la cama sin estirarla. Vaya, que de momento tenemos indicios pero no hechos.

No sé muy bien como es eso de que todos tenemos dentro un seleccionador de fútbol y un ministro de no me acuerdo, pero yo desde luego cada vez me veo más abuela cebolleta, suspirando por lo que cambió y ya no volverá. Y de tener una ministra dentro me salían del tirón la del Interior, la de Administraciones Públicas y la de Educación; toda vez que el seleccionador de fútbol se lo cedo a otro.

Ahora resulta que defender lo público es de izquierdas y servidora nunca se ha reconocido en tal sección. Yo siempre he sido más facha que don Pelayo, y ahora resulta que no, que soy socialdemócrata. Cosas veredes. El caso es que la que se avecina es el outsourcing del outsourcing y el cartel de «se vende» me da, además de pena, espanto.

Porque habría que distinguir entre lo público y lo triplicado, el funcionario y el enchufado, lo rentable y lo eficiente, la universalidad y el cachondeo. Que yo tengo derecho a vivir en Teruel y poder ir en tren a Valencia sin que me cueste un congo, y si el tren no es rentable, pues qué pena, pero tendré que tener posibilidad de ir, ¿no? Y tendré que poder ir al colegio o ponerme malo aunque mis padres sean pobres, porque la escolarización y las epidemias no son el veraneo. Veranear es prescindible; escolarizarse o contagiarse, no. O se escolariza a los niños o tenemos el panorama que se ve en el moro, todos los jovenzuelos sujetando las paredes esperando a que pase algo.

A mí que todo se vuelva privado, en aras de la rentabilidad, me pone los pelos de punta. Y eso que lo público lo uso poco, porque no me dejan. Que me sobren las autonomías, todas y por su orden, que me sobre el Senado, y todos y cada uno de los observatorios exceptuando el Astronómico, no quiere decir que quiera que me externalicen todos los servicios públicos ni mucho menos que se introduzcan criterios de rentabilidad en lugar de eficiencia. El Mundo de lo Privado es el Mundo del Certificado, que expide vaya usted a saber quién y compra el que puede. Me da pena, porque es la que se nos viene encima. Y prepárense para que a partir de ahora les atienda en todo un call center cualquiera radicado en vaya usted a saber en qué país.

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