Economista Descubierta

Me siguen

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A pesar de mi apariencia «incaracterística» yo siempre hice las cosas antes de que a nadie se le hubieran ni remotamente ocurrido. Cada vez que viene alguien con un disco de Caetano Veloso como si fuera la novedad del momento, me parto de risa en sus hocicos. Mi padre siempre dijo que nosotros «marcábamos tendencia» y ahora va a resultar que era verdad y si no, que me digan de dónde han salido unos seguidores que me he echado en Twitter; sitio donde no me encuentro realmente cómoda porque, si tengo que ser exhibicionista, mejor me dejan un poco más de espacio. No es precisamente que yo ponga las cosas de moda, es que yo hago algo y, a los diez años, me lo vienen a contar como si fuera el estreno de la temporada.

Eso sí, estos seguidores deben de ser masocas porque son una escuela de esas de coaching (a la sazón certificada y certificadora) que debe haber contratado un community manager para ir siguiendo a todo aquel que haya dicho la palabra clave «coaching». A ver lo que tardan en quitarse, que dirían en Cádiz.

Está claro que la famosa horda electrónica, este va y viene y por el camino se entretiene, y lo mismo monta la mundial en Egipto para terminar en nada, que convoca una acampada en Sol o un botellón en Agrónomos sin que se inmuten en la Moncloa. Yo no me dejo convocar por nadie a menos que me avise con al menos cinco días y, por supuesto, por escrito o en el peor de los casos, por teléfono, ni que estuviera una tan colgada como para dejarse manejar por las estas cadenas.

El caso es que me siguen, y claro, según quién sean tus seguidores, pues te gusta más o menos, porque al final siempre te acaban pidiendo algo, que esto de las redes sociales al final se ha convertido en un coladero de peticiones del oyente, como si el tiempo de uno valiera menos que el del demandante. Y a mí, sinceramente, el descaro, aunque sea por internet, siempre me ha parecido una falta de educación. Te sientas con uno en un avión, y a poco que consiga pegar la hebra, ya te ha mandado el CV de su cuñada para que se lo rehagas, que la pobre desde que dejó de trabajar para cuidar a los gorditos, no ha vuelto ha hacer un currículum.

Me pregunto qué infancia tan triste y qué pocos amigos del colegio deben de tener esos que se pasan el día tuiteando todo lo que dicen que se leen o dicen que hacen, para ver si alguien de verdad les sigue, y creerse así que, por fin, a alguien le importan.

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