Grecia: cuna y tumba de la democracia

Platón
Lo que realmente se votará en el parlamento griego el próximo 28 de junio es la capitulación definitiva de la democracia. Esto ocurrirá en el país al que se le atribuye su nacimiento.
Semejante evento no es el resultado de una conspiración de los dueños de las finanzas mundiales ni del club Bilderberg, sino de algo más llano y ordinario: la incapacidad de los políticos de reconocer sus errores y abandonar el poder.
Salvo la Ciencia (con mayúsculas) todas las disciplinas a las que recurre la humanidad para establecer los diversos contratos sociales existentes (Historia, Economía, Política, Sociología, Filosofía, etc.) tienen en común que son invenciones: teorías, ideas, especulaciones, incluso modas. Por mucho que le duela a las vacas sagradas de la academia, la economía no es una ciencia. Las Ciencias Políticas no existen. No hay un equivalente a la Ley de la Gravedad en las Ciencias Sociales. Son inventos que estudiamos y reinventamos a diario. Y por naturaleza, todos los inventos, todos, son siempre revisables, siempre cuestionables y siempre mejorables. La Unión Europea es un invento prometedor envuelto en ideales hermosos, pero un invento al fin y al cabo, que simplemente no está funcionando.
Lo peor no es que el invento (político) haya fallado. Lo verdaderamente miserable es que haya fallado porque fue confeccionado con trampas, prisas y mentiras; y que hoy, con tal de salvar la cara (política), seamos testigos de como un país, a punto de ser despojado de lo más valioso de su patrimonio público y conquistas sociales, traicione otro invento, también mejorable, pero más rodado y más crítico para el porvenir de todos los europeos como lo es la democracia.
En sesenta años los países de Europa han pasado de estar en guerra entre sí a crear un organismo supranacional de integración. Eso sí, la manera de hacerlo ha sufrido de la improvisación y de las malas políticas a la hora de llevarlo a cabo, cosa que se queda reflejada en la manera de afrontar la actual crisis.
¿Lograremos que algún día funcione? Quizás. Pero si en medio siglo no hemos logrado contar con una Organización de las Naciones Unidas que cumpla con los objetivos para la que fue diseñada, o si en nuestro propio país aún no tenemos claro nuestro modelo de estado, debatimos la imperiosa necesidad de revisar nuestro sistema electoral, e incluso hay divergencias en cuanto al idioma común de los ciudadanos, ¿cómo va a ser posible que, en tan sólo un par de lustros, reunamos, «homologuemos» económicamente, y hermanemos a alemanes, franceses, españoles, eslovenios y griegos, por citar unos cuantos, en una unión política y económica capaz de garantizar la paz y el progreso?
Así, la pregunta que persiste en la prensa mundial desde el último año sobre si el país heleno debería permanecer en el euro o no, está mal planteada. La pregunta que hay que formularse es, ¿qué hace Grecia en el euro? ¿Y España? ¿Realmente es provechoso que Andalucía y Baviera compartan moneda? ¿Realmente la apresurada expansión al este tuvo alguna vez una pizca mínima de sentido?
Nadie quiere debatir las cuestiones fundamentales de la realidad europea. Como nadie quiere hablar de las cuestiones fundamentales de la economía real. Quienes se atrevan a poner la UE en duda son inmediatamente tachados como antieuropeístas, radicales, extremistas. Salvo en el caso del Reino Unido, naturalmente.
Luego, en lugar de decir la verdad y definir «competitividad» como el más alto y amplio bienestar social, la troika del BCE, el FMI y la UE habla de recortar salarios, privatizar lo que es de todos y elevar el coste de los servicios públicos para ser más competitivos y «salvar el euro».
No es así. Competitividad es bienestar social, una justicia eficaz e incorrupta, una educación que produzca mentes críticas, más inversión en medioambiente y tecnología, ciudadanos sanos… Eso es competitividad. Riqueza no es una moneda ficticia y una bolsa en alza perpetua. Riqueza es aire y parlamentos limpios.
Si Grecia «salva el euro» aprobando en su parlamento el «paquete de medidas de austeridad» impuesto por la troika se condenará a sí misma y trazará el camino para que el resto de «PIIGS» la sigan. Los banqueros despiadados, los conspiradores dueños del «Capital», para quien crea en ellos, serán sólo buitres que aprovecharán, como de costumbre, el trámite despejándole el camino a los políticos que nunca dirán la verdad y que nunca renunciarán al poder.
Es cierto que no se puede generalizar. Hay políticos que sí tienen vergüenza y que sí sienten un compromiso con sus representados. El ahora diputado independiente griego Yiorgos Lianis ha confesado: «nosotros [el gobierno] hemos fracasado y nos vemos obligados a ocultar la verdad al pueblo«.
Ojalá no sea así y que aquel griego que una vez dijo que a la democracia le sigue el caos y la tiranía también se equivoque.
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