El dilema del doble mandato
Teniendo en cuenta el desencuentro en el potencialmente parsimonioso nuevo Congreso estadounidense y la actitud complaciente de la Reserva Federal, se ha despertado un interés entre miembros del partido republicano en eliminar el «doble mandato» de la Fed. Hasta antes de 1977, la Reserva Federal tenía un objetivo concreto: mantener la estabilidad de los precios. Sin embargo, la estanflación de la década de los 70 motivó a los políticos a asignarle una tarea adicional: la promoción del pleno empleo. Esta «ampliación de mandato» ha provocado que la Reserva Federal pasara de ser un mero organismo de control monetario a un instrumento de política social. Ahora sería oportuno devolver a la Reserva Federal su tarea original.
La imposición del «doble mandato» tuvo lugar debido a la creencia keynesiana de que la inflación y el desempleo no son compatibles. Un concepto económico conocido como la «curva de Phillips» que postula que los bajos niveles de una causa niveles altos de la otra. Pero, como muchas cosas en la economía moderna, la curva es una ficción. No hay ninguna razón real que asegure que un índice bajo de inflación producirá desempleo o que con el pleno empleo se incrementará la inflación.
Sobre el papel, la Reserva Federal parece haber encontrado el equilibrio deseado por el Congreso. Pero esto es una tontería. Este doble mandato de la Fed es el equivalente a pedirle al director general de una empresa que incremente las ganancias de los accionistas regalando tantos productos como pueda.
La mejor manera por la que la Reserva Federal puede contribuir a la meta del pleno empleo es concentrándose en su misión original: promover la estabilidad de los precios. La ironía del doble mandato es que al tratar de alcanzar ambas metas, la Fed se asegura de no alcanzar ninguna.
Si bien es cierto que un aumento de la inflación se puede producir al mismo tiempo que se percibe una caída en los niveles de desempleo, no hay relación de causalidad lógica entre ambas. Cualquier correlación es simplemente el resultado del efecto de la inflación en la reduciendo del coste real de empleo. Es decir, dado que la inflación reduce los salarios en términos reales, los empleadores pueden darse el lujo de contratar a más personas. Así, en realidad la inflación lo que hace es reducir los salarios en lugar de crear más empleo.
La inflación no hace nada para modificar las cuestiones estructurales que el desempleo ocasiona. Como todo lo demás, el mercado laboral se rige por las leyes de la oferta y la demanda. Altas tasas de desempleo corresponden a estructuras salariales por encima de la demanda. La demanda de trabajo, por su parte, es una función de la productividad, o más concretamente, la rentabilidad por trabajador. Luego, a falta de mayor productividad, que requiere de tiempo para ser alcanzada, la única manera para lograr el desequilibrio es reduciendo los salarios. Sin embargo, el gobierno y los sindicatos suelen evitar que esto suceda. Los economistas describen lo anterior como que los salarios se resisten de forma «pegajosa» a bajar.
El exceso de impuestos y el exceso de regulación restringen aún más la demanda y, con ello, aumenta el desempleo. En este frente, uno de los peores infractores es la ley del salario mínimo. En realidad, no se logra aumentar los salarios a nadie, sino que simplemente deja sin empleo a muchos trabajadores de baja cualificación. Mediante alzas de la tasa de inflación, la Reserva Federal reduce el salario mínimo en términos reales. Otra cuestión que incide en una mayor tasa de paro es la ampliación de los beneficios de desempleo. Dado que estos beneficios intentan reducir la disparidad entre empleo y el desempleo, y en algunos casos ocasiona que incluso sea mejor cobrar ayudas a aceptar un trabajo mal remunerado, los trabajadores son incitados a rechazar las oportunidades de empleo que de otra manera podrían aceptar.
Para salvar estos obstáculos, la Reserva Federal reduce el costo de mano de obra a través de la inflación. Sin embargo, esta solución es ineficaz y genera consecuencias negativas para la economía. Mientras que los salarios pueden parecer subir con la inflación, los precios de los bienes aumentan más rápidamente. El resultado final no ofrece ningún beneficio para los trabajadores. Engañando a los trabajadores a aceptar salarios más bajos, la Reserva Federal permite a los políticos proclamar victorias sin sentido.
Además, los salarios son sólo parte del coste del empleo. A pesar de que la inflación disminuye los salarios reales, otros factores pueden contribuir al aumento de los costes laborales. En el entorno actual, el aumento de impuestos sobre la nómina, las nuevas regulaciones sanitarias, la incertidumbre económica y la posibilidad de aún mayores impuestos futuros para financiar grandes déficits presupuestarios neutralizan los «beneficios» de salarios más bajos. Encima, los grandes déficits presupuestarios actuales están dejando a las pequeñas empresas sin crédito. El resultado es que los costes laborales están creciendo a pesar de salarios reales más bajos. En conjunto, estos errores políticos están creando una mezcla tóxica que destruye empleo.
La otra falacia del «doble mandato» de la Reserva Federal es que el pleno empleo exige mayores salarios, lo que obliga a las empresas a subir los precios. Es cierto que mayores tasas de empleo generan mayor demanda, pero esta nueva demanda se satisface con la oferta adicional creada por una economía productiva.
Dado que los salarios representan el precio del trabajo, los salarios son precios en sí mismos. Decir que la subida de precios se deben a la subida de precios no tiene sentido. Los trabajadores no pueden exigir salarios más altos a menos que los aumentos se justifican por mayor productividad. Si es así, los aumentos salariales no se traducirán en mayores precios de los bienes.
La razón real de que los precios suban, tanto para las mercancías y los salarios, es que la Reserva Federal crea inflación. Esta política socava la economía mediante la destrucción de los ahorros actuales y los incentivos para acumular ahorros en el futuro. Dado que los ahorros financian las inversiones en capital, cuanto menor sea el nivel de ahorro menor será el crecimiento económico.
Por lo tanto, la mejor manera para que la Reserva Federal contribuya al pleno empleo es centrarse en el mandato único de garantizar la estabilidad de los precios. Mientras que unos pocos oficiales electos parecen estar tratando de averiguar el fondo del problema, la mayoría son tan despistados como la Reserva Federal. Desafortunadamente, incluso si el Congreso logra modificar el mandato de la Fed, no hay muchas posibilidades de que la política monetaria vaya a cambiar de forma significativa. El pensamiento keynesiano está tan arraigado en Bernanke y sus colegas que van a aprovechar cualquier margen de maniobra en sus directrices para saltar en el asiento del conductor y enviarnos cada vez más rápido hacia el borde de un precipicio económico.
Copyright © 2010 · Peter Schiff
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Traducido al español y publicado con autorización de Peter Schiff.
Translated and published by kind permission of Peter Schiff.
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