Nos citamos a nosotros mismos
Ya sé que queda mal el autobombo pero en 2012 dedicamos una bonita entrada dedicada a los antivacunas, que yo ya había conocido en Alemania y que aquí entonces empezaban a proliferar porque la estupidez es un mal mucho peor que la difteria.
Sin desearle mal a la criatura, que no tiene culpa de haber nacido en esa casa de descerebrados, yo a los padres, ahora llamados «progenitores», les cobraba el tratamiento y los días de hospitalización y les cambiaba la estelada del balcón por un ejemplar de «Peste y cólera», que la mejor vacuna contra la ignorancia es un buen libro.
Los padres, pobrecitos, ahora están muy arrepentidos, y no le han dicho a Rajoy que de llamar a Rusia “nasty de plasty”, que su estado catalán corre con los gastos, y ellos (que sí están vacunados) no harán uso de las posibilidades de la embajada de España, sino de la suya.
Parece mentira que, teniendo todos los medios para ser uno medianamente culto, lo que florezca sea la ignorancia. Y es que falla la base, claro está, porque las bibliotecas del mundo están digitalizadas, pero si falla la base da igual la banda ancha.
Ignorancia y manipulación de las mentecatas que quieren parir en su casa como sus bisabuelas y morirse como morían las bisabuelas, o tener escarlatina como Beth March, cuya muerte tantas lágrimas nos hizo derramar.
Ignorancia y manipulación del que decide que a recuperarse del parto y la cesárea, o la hernia inguinal, para el caso es lo mismo, yéndose uno a su casa a desangrarse tranquilamente y a ser posible coger una infección de esas de antaño.
Ignorancia y manipulación porque esto no se le ocurre a uno por sí mismo, sino a un listillo que se lo cuenta a un gilipollas que lo mismo se hace la carta astral que se mete en la bañera a dilatar, sin enema, claro. Listilo que o gana algo, o se lo ahorra.
Ya lo sé. Soy una intolerante y una reaccionaria y una pija y cuando venga Podemos me va a correr a gorrazos. Lástima que no me vayan a buscar en el metro, que es donde la señora Carmena y yo nos desplazamos.
Y es que todas las personas son dignas de respeto pero no todas las opiniones lo son. Hay opiniones y comportamientos que no sólo no son respetables sino que son condenables, como poco, en costas. Y es que es obligatorio vacunar al perro pero no al niño, oh país de las libertades individuales y los Teos, Leos, Noas y Lunas van descalcitos con sus bacterias tan ricamente contagiando a todo el que se deje. Seguro que los mentecatos tenían al perro vacunado, me juego lo que quieran, al gato quizás no, que la toxoplasmosis en familia es mucho más llevadera.
Que soy yo Sanidad y les pongo una multa a los padres por contagiar al colegio que se acuerdan de mi. Y de mi progenitora, antes llamada madre.
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