La competición de padres
Para el que considera una desgracia pasar más tiempo en el WFA (World Famous Arenero) del que hubiera querido, teniendo que aguantar a las desocupadas sin criterio, convendrá conmigo que cuando la Prole medra y va al cole se encuentra a las mismas desocupadas con la misma ausencia de criterio, pero además con ánimo de crítica y competición permanente.
A ver: hay deberes. No sé si están prohibidos por la Convención Internacional de Derechos del Descerebrado o son una terrible carga, pero los hay, como siempre los ha habido, que me recuerdo yo a mí misma repitiendo la tabla mientras mi madre disparaba preguntas de verbos y multiplicaciones a la vez que fregaba los cacharros o barría la cocina.
Hay deberes, como hay trabajo, como hay obligaciones económicas y código de la circulación. No es ni justo ni injusto. Es la vida, no sé si se han enterado ya esta manga de blanditas. Y si la media en España son seis horas, poco me parece al lado de lo que hacen en Japón, o lo que yo hacía. Seis horas semanales es poquísimo tiempo, que así nos va, analfabetos funcionales tecnológicamente preparados, eso sí.
Y los deberes los tienen que hacer los niños, no los padres. Y si los hacen los padres, el resto no debería enterarse; mucho menos por chat. Y si el niño se olvidó de copiarlo, mala suerte y mañana el doble. Y esta miseria no sale de casa, que maldita la gracia tiene hacer público si el niño es un marmolillo. Haga usted el favor de competir por las matrículas, no por los cates.
Pero no, las desocupadas madres debaten y le hacen fotos al cuaderno y opinan que es una barbaridad que se pongan los deberes tan poco claros. Alma de Dios, poco claro el borrón del cuaderno del niño, que no se qué haces enseñando al público semejante birria.
La competición de padres pasa sobre todo por parecer un padre súper pendiente de todas y cada una las necesidades escolares. No vaya a ser que se note que para colocarlo con la Marmota en fin de semana no hay problema, pero no vaya a parecer que una no está pendiente de los deberes.
La competición de padres discurre también por los contrastes de opinión sobre si tal maestra es buena, mala o mediopensionista. La maestra, por definición, es buena siempre, y no le diga al niño que es un paquete por mucho que lo piense. No sea mentecato y desmonte la autoridad antes de que se desmonte sola. Coopere, no dinamite, idiota. Y preocúpese, si aún puede, de ser competente en algún campo, que le queda mucho por arar, me temo.
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