Economista Descubierta

Mónica Talgo

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Estaba yo con todas las entradas a medias, sin terminar ninguna, por desidia, sueño o todo a la vez, cuando de repente se me solivianta el patio con lo de Mónica Oriol (por cierto, el pelo importa) que nos recuerda lo que todos sabemos y de lo que no existe voluntad de resolver.

Y es que ya dijimos hace un rato que en esta crisis nos iban a mandar a todas a casa aborregadas, felices y contentas, agarradas al trapo de patchwork y manipuladas como tontas. A hacer cupcakes y a subir fotos a Instagram, que cómo molan ahora las magdalenas.

Y si nos manda otra mujer pues mejor, que así, mientras nos despedazamos, las cuatro hembras alfa se agarran a sus consejos antes de que otra pueda llegar y todas miramos para otro lado, que es lo que interesa.

Que me viene mal que estés en casa porque entonces soy un país subdesarrollado donde las mujeres sólo se dedican a parir y eso es un gasto, pues entonces te escolarizo. Que me viene mal que trabajes, porque me sales cara y necesito tu sitio para otro, entonces te aburro y te devuelvo al hogar, pero refinada, eso sí, y que parezca un accidente.

A estas alturas del campeonato, 20 años cotizados, hace muchos años que sé que, naturalmente, la maternidad penaliza, y mucho. Que me lo digan a mí que me despidieron en una baja maternal porque era «la naturaleza de la industria». De nada sirvió, por supuesto, que les hiciera notar que en el despacho de al lado había uno que llevaba más de dos años de baja por cáncer y que lo mío, oiga, se pasaba y el otro se moría.

Derecho al pataleo, recoger tus cosas e irte a recomponer la historia laboral y, sobre todo, a convivir con la certeza de que por mucho que yo hubiera sido competente muchos años, seis semanas (es decir, la baja obligatoria) eran causa suficiente de despido y velada recomendación de no hacer mucho ruido.

Recomponer la vida laboral empezando otra vez en la casilla de salida pasa por ver como te adelantan por la izquierda y por la derecha porque ya estás penalizada y eres sospechosa. Si además se te ocurre criticar el modelo de comiditas de tíos y reuniones a la hora de los baños, entonces pasas por poco comprometida y nadie ve que, por ejemplo, hace años que no sales a comer ni te levantas de la mesa más que para ir al baño.

Por lo visto, comerse un Biomanán en la mesa no es estar alienada, pero irse con los clientes al palco del Real Madrid, alineadísima.

Asumir que tu marido tiene que ser funcionario o que le gusten mucho los niños es asumir que sólo queremos entender el cuidado de los hijos como una cuestión exclusivamente femenina. El embarazo es exclusivamente femenino, el resto, es absolutamente compartible. Que a Mónica Oriol le viene mal y prefiere rodearse de tíos para brillar ella sola, probablemente, pero debería preguntarse exactamente cuántos sacrificios hubiera hecho ella si la empresa no fuera suya.

Nadie pone en duda el sacrificio para llegar a un puesto directivo. A Pilar Albiac creo que le suena y eso que ella sólo era una ejecutiva y no una heredera por familia.

Preferiría, de verdad, no la incorrección política sólo a medias de una señora que no quiere rivales y que prefiere rodearse de poder de verdad (es decir, de hombres). Preferiría que dejar de insultar a mi inteligencia y me dijeran abiertamente que no me moleste en intentarlo.

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