La proclamación
Como no sé si recuerdan la promesa de Rajoy «vamos a pasar todos los festivos a lunes y no vamos a subir los impuestos» el jueves pasado era fiesta y yo tenía puente, así que, como soy de provincias y mantengo casa y muertos en la misma, llené el carrito del helado y me largué de Madrid, porque el centro estaba imposible y ya había venido un madero a preguntar cuántos vivíamos en casa.
Así que la proclamación la oí por la radio, por Radio Nacional, para ser más exactos, que es la única que se oye bien en según qué provincia. Yo soy muy forofa de la radio en colores, así que mientras apaciguaba a quien prefería oír a Miliki, pude enterarme a trozos del discurso “buenista” y con gallitos, que es lo que tiene ser barítono, que a veces te traiciona la cuerda.
A la llegada y por la noche, tras negociar de nuevo entre Bob Esponja y La 1, ya me tragué el resto interesante, a saber: el colorín y el traje, que viene siendo lo que de verdad importa. La Preysler, la Segrelles, la inexplicable Paloma Lago y la ausencia de rectores universitarios, cosa también inexplicable, porque si en algo supera la consorte al titular es que ella sí terminó la carrera.
La verdad es que llegado este punto, y con la IP de Cotilleando censurada, no puedo entrar en más detalle que el del Hola, que compré el domingo y archivaré varios años, hasta la próxima mudanza. Eché mucho de menos a C.W. junto a la cual la lectura del Hola es más productiva, pero me lo estudié en el atasco de vuelta, que ese sí que es un signo inequívoco de estabilidad institucional.
A mí, la verdad, el vestidito me pareció como de madrina civil o de Selecciones Berta, que era una tienda pelín cateta que hacía mucho traje de madrina y dizque «ceremonia». Por lo visto, había que ser austeros, porque en España la cosa está malita y no se puede dar imagen de derroche que luego los critican.
Puestos a ser austeros (que por lo visto era el leit motiv) y por ahorrar, se ahorraron hasta invitar al padre, podían haberlo celebrado llevando cada invitado su tupper de ensalada de patata y las niñas haber utilizado el uniforme del colegio (privado).
Yo hubiera preferido algo más solemne, más a la holandesa y menos a la belga, porque puestos a ser anacrónicos y disponer de local adecuado para eventos, vamos a darle elegancia al acontecimiento y que no vaya mejor vestido el ujier que la anfitriona. Que las joyas las tiene y se las puede poner, y no hace falta ir de bling bling y corto para largarse luego a esquiar a cualquier sitio menos donde se tiene casa.
Que las niñas se portaron bien, pa’chasco, que dirían en el pueblo de CW. Que tienen 8 años y a los 7 ponían el uso de razón y se supone que escolarizadas están. Y tampoco tenían que decir nada, sólo sentarse y atender a los gestos de su madre, que no se sabía si era la institutriz o la madrastra.
Que las niñas iban por una vez, adecuadas, pues pa’chasco otra vez, que lo que es difícil es, con lo bien que se viste a los niños en España, ir tan rematadamente mal como a diario.
Y como todas las historias tienen su parte triste, padre ausente, más familia de ella que de él, las Infantas desairadas y fuera de la Casa Real (de cuya web, por cierto, ha desaparecido la biografía de la Reina, que acaba por fin de nacer), sentadas en un bordillo, como alumnas cualquiera del Saint Chaumond, pensando, como piensa mi cuñada, la mala pata que resulta ser que las joyas de tu abuela se las quede la postiza.
La proclamación, al final, mostró a las marujas que lo mismo van al velatorio de Lola Flores, que a la cola del Medinaceli, a ver a la selección española o Hannah Montana. O aburridas en el atasco de vuelta de puente.
Si es que hay mucho desocupado con tiempo para hacer cola.
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