Empoderamiento
Todas las temporadas tienen su palabra y su valedor, que aquí todos somos Ockham en nuestros ratos de ocio aunque no lo sepamos.
Tuvimos la resiliencia de los blandengues y la implementación de los informáticos y ahora tenemos que empoderarnos. Apoderarnos del poder, por lo visto. Por la fuerza debe ser, que es costumbre del poderoso no ceder el mismo sin resistencia. Los más preocupados por apoderarse del poder son los que no lo tienen, obviedad de Perogrullo, como dicen los mexicanos “a lo que dé lugar”. Arriba parias de la tierra, pringados absolutos que si no teníais poder, menos vais a tener, porque no sé si os habéis enterado de que sin poder, no se puede.
Podemos de esto sabe un poco que del rollo de los poderosos lo llevan dando desde el Capital, que es un libro y no una discoteca. Y preocupadísimas también por el empoderamiento andan mis amigas las de las merienditas, que ni de lejos son la mitad de poderosas que Angélica Fuentes, o la mitad de inteligentes que Dale O’Leary. El debate de la condición femenina es tan pobre argumentalmente, tan recurrente, tan monótono y tan pesado que los hombres se están descojonando (literal) mientras nosotras todavía estamos tratando de analizar nuestra propia esencia y circunstancia.
No me voy a leer ningún libro de mujeres para mujeres, ni de consejeras delegadas, ni de delegadas de clase, ni destinado a que se empoderen, ni a que se den mechas, porque si he abominado del concepto “literatura femenina”, y eso que era literatura, no voy a leer (mucho menos comprar) ningún estudio superficial sesgado, basado en la ignorancia y promocionado por el marketing que lo mismo anuncia libros que compresas para la incontinencia.
Porque como el género no existe pero el sexo sí, por mucho que le moleste a las seguidoras de Bella Abzug, que mucho género y mucho número y bien que se cambió el apellido y se dejó el nombre, tan sexista ella, servidora no compra literatura sexuada ni generada. Faltaría más.
Desde que Celia Amorós plantó la mesa de la cocina en la Facultad de Filosofía para recibir a las alumnas del Seminario “Feminismo e Ilustración” (al que únicamente me inscribí para subir nota en Moderna) he terminado recurrentemente en este jardín que, sinceramente, me pudre.
No. No hay que empoderar a nadie por desquite y mucho menos porque les dé rabia no tenerlo. Ni a los de las bicis ni a las del género, a nadie que coma tres veces al día y tenga agua corriente en su casa.
Que les den.
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