El perfil deseable del pequeño Nicolás

Francisco Nicolás saluda a Felipe VI en la recepción tras la coronación.
Que la Economista está más que acostumbrada a la detección temprana de inventores de perfil deseable es algo que saben sus seguidores del Alsa desde hace ya unos cuantos años.
Acostumbrada como estoy a rodearme de social climbers, networkers y pobres deseosos de no serlo, no he podido, leyendo la historieta del Pequeño Nicolás, dejar de acordarme de un pseudo pretendiente que tuve que padecía, como éste, a decir de los psiquiatras en maravillosa definición: “una florida ideación delirante de tipo megalomaníaco”. El tal pretendiente, que se sentía permanentemente espiado, estaba tan seguro de su noble estirpe y de la grandeza de su destino que no se sabía si era Quijote o gilipollas. A CW le daba miedo y a mí casi que también. Y es que estos megalómanos, se llamen Mas o Nicolás, son al final de todo, peligrosos. O de otra también, aspirante a empleada, también acomplejada hasta la rabia, que fue capaz de unirse el apellido (uno normal, no se vayan a creer que uno muy raro) con tal de parecer de mejor clase y conseguir gestionarle la pasta a un elegante. Gestionarla y de paso mangarle un “poquitito», que salir de Móstoles le costaba un pico.
El pequeño Nicolás ahora parece hasta ridículo, con su cara gordita y aniñada. ¡Qué lástima de mili! Pero networkers profesionales, inventores de perfil deseable, envidiosos nativos cuya única aspiración es no es ya poder ir a una montería sino tener finca, sufren mucho y muy malamente cuando ni por cuna ni por físico, no ya por mérito o inteligencia, pueden aspirar a moverse entre los poderosos de verdad. Y como somos un país de camareros y sol, nadie es por lo que ha hecho, creado o producido sino por las dichosas relaciones. Relaciones que siempre son interesadas, que hasta la Responsabilidad Social Corporativa y la community entran dentro del currículum de los aspirantes a poderosos y de los planes de estudios del IE University.
No he tenido tiempo de enterarme de si este niño llegó a hacer el clásico voluntariado con Kike Figaredo, que no hay nada mas chic que un pobre camboyano, o en la Pardo Valcárcel, que entre los síndromes de down todavía hay clases. De Susanita la de Mafalda, pero en chusco.
El Pequeño Nicolás es uno más de los inventores de perfil deseable que yo tantas veces me he encontrado en tantos años de Sitios Elegantes donde hasta las secretarias eran marquesas. Y los clientes, ricos o muy ricos. A mí, desde luego, no me hubiera durado diez minutos en una entrevista y lo hubiera desmontado en una tarde. Pues anda que no me he encontrado yo de estos: megalomanía, personal branding, networking y necesidad de ascenso social “a lo que dé lugar”. No es más que del resultado de un país cuyo único producto real es el de parir sinvergüenzas y tomar el sol, que es gratis.
A éste lo han pillado. Y a Blesa también, pero un poco más tarde.
Un país cuya única industria es el mamoneo, y donde el más tonto es relojero, produce, necesariamente, no una casta, sino un descaste, que sigamos nosotros dedicados al Lazarillo que ya vendrán otros a repartirse lo que quede del país. Digo… de la marca.
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