El narco mexicano extiende sus redes al mar
El crimen organizado se ha adentrado en el negocio de la pesca furtiva en los puertos de la Reserva del Alto Golfo de California.
Asia está detrás de la creciente demanda de vejiga de totoaba, un pez endémico del Golfo de California en peligro de extinción. Los compradores ofrecen hasta 14 mil dólares por cada buche mayor de 1 kilo, por lo que no solo pescadores locales y foráneos obvian las cuantiosas multas por la captura de esta especie protegida: el crimen organizado se ha adentrado en el negocio de la pesca furtiva en los puertos de la Reserva del Alto Golfo de California.
Después de tres días de húmedo y caluroso velorio, el cortejo fúnebre que acompaña en procesión el féretro de Samuel Gallardo Castro recorre las principales calles de la ciudad pasando por la iglesia, el hotel San Antonio y el antro ‘Cocodrilos’ (negocios levantados en vida por el difunto), hasta el panteón local, donde tomará sepultura. Los vecinos de Golfo de Santa Clara, en la costa de Sonora, han mostrado su tristeza y preocupación durante las celebraciones luctuosas -con música banda incluida- y entregan sus últimas condolencias a los familiares del conocido empresario pesquero, hotelero y narcotraficante asesinado a balazos el pasado martes 11 de junio.
Presionado por la persecución constante del General Raul Güereca Valenzuela (al frente de la guarnición militar de San Luis Río Colorado entre 2010 y 2012), Gallardo Castro abandonó -o al menos ocultó en gran parte- sus negocios con el cártel de Sinaloa en el trasiego de drogas hacia la frontera norte, desviando su atención hacia otros horizontes empresariales.
Gracias a la simpatía de la que gozaba por parte de la ciudadanía, y a su posición como dirigente de la Cooperativa Pesquera Alto Golfo, centró sus actividades en el creciente y lucrativo mercado de la vejiga de totoaba, algo que además benefició directamente a sus vecinos pescadores. Pese al bajo perfil que siempre mantuvo, Gallardo Castro encontró la muerte posiblemente cuando menos lo esperaba: a manos de unos sicarios que le dispararon desde un vehículo en marcha mientras paseaba con su familia.
Apenas este 25 de julio, un mes y medio después del asesinato, David Guadalupe Fonseca “El Palomares” se entregó a la policía confesando el crimen que, según declaró, cometió por una deuda de un millón de dólares derivada de un cargamento de buche de totoaba que entregó a Samuel Gallardo. Según el auto-inculpado (a quien las autoridades podrían liberar próximamente por considerarlo “enajenado”), el propietario de la cooperativa Alto Golfo comerciaba directamente con compradores de Japón y Corea.
En algunos restaurantes de Asia (especialmente en China), ofrecen un extravagante manjar solo accesible a clientes que estén dispuestos a pagar más de 25 mil dólares por probarlo: ‘Seen Now’, una sopa gelatinosa (“muy sabrosa”, dicen) elaborada con la vejiga natatoria -o buche- de este pez endémico del Golfo de California y conocida en el país asiático por sus propiedades afrodisíacas y regenerativas debido a su alto contenido en colágeno.
La totoaba macdonaldi es un pez único en el mundo, endémico del Golfo de California, parecido una curvina, que puede llegar a pesar más de 100 kilos y superar los dos metros de altura. Antes de acabar en el adinerado estómago del comensal, las entrañas del pescado deben viajar cruzando la frontera de Estados Unidos procedentes de las aguas de la Reserva del Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado, para ser exportadas al continente asiático desde Long Beach, California, o algún otro puerto de la costa oeste.
Narcos y pescadores particulares se han metido de lleno al saqueo de la vejiga de totoaba, por la que se pagan entre 7 mil y 14 mil dólares americanos en el mercado negro. Para el crimen organizado asentado en Sonora y Mexicali, el business es más fácil y conlleva menos riesgos que el tradicional tráfico de cargamentos de mota sinaloense. Además, la pesca furtiva está totalmente fuera de control debido, en gran parte, a la falta de recursos suficientes de la Procuraduría Federal de Protección del Medio Ambiente (PROFEPA), organismo que se encarga con ayuda del ejército, de vigilar y evitar la captura de vaquita marina, totoaba y curvina golfina en la Reserva. Prueba de ello es que de 2013 a junio de 2014 sólo 3 personas fueron sentenciadas de un total de 17 detenidas por tráfico de totoaba.
Celio César Angulo Vallejo, delegado jurisdiccional en el Golfo de Santa Clara, explicó que ha notado un cambio en el nivel de vida de algunos de sus vecinos, y que ha observado que las colonias se han llenado de carros del año y de viviendas de nueva construcción o en reformas. «Fue una locura la pesca de totoaba, la gente se arriesgaba a pesar de las sanciones. Hubo varios detenidos, pero también muchos arreglos con los policías locales para permitir la actividad sin sobresaltos».
La fiebre por el nuevo oro tuvo su esplendor en el mes de mayo, y ni la pesca comercial ni la deportiva respetaron la veda. En esta temporada, incluso se llegaba a encontrar carne de totoaba en la carta de algunos restaurantes de Sonora y Baja California.
Pesca a palangre: buscando buches de más de 1 kilo
La historia de San Felipe, Puerto Peñasco y Golfo de Santa Clara, las tres poblaciones en la costa del Alto Golfo de California, va ligada a las rutas migratorias de especies marinas como la curvina golfina que recorren de sur a norte hacia el Delta del río Colorado, buscando un lugar para desovar. Con el desarrollo urbano, la degradación del ecosistema y la sobre-pesca llevada a cabo por décadas en esta zona reproductiva, la totoaba se convirtió en 2002 en el primer pez declarado en peligro de extinción, por lo que se aprobó una veda permanente sobre su captura.
Lo cierto es que siempre ha existido oferta de carne de totoaba en estos puertos (también demanda), por lo que se puede afirmar que la pesca ilegal ha sido una constante. Sin embargo, los pescadores de la región coinciden en que este año han notado una alta población de totoaba en el Golfo, lo que se ha convertido en un reclamo para pescadores locales y foráneos, que han aumentado las capturas en la zona atraídos por la fuerte demanda de buche.
Cobijándose en la noche, los pescadores extienden sus artes de palangre buscando hacerse con ejemplares de más de 10 kilos portadores de las preciadas vejigas. Se trata de una malla o chinchorro de 10 a 12 pulgadas con una linea principal ramificada con otras llenas de anzuelos, conectadas a ella hasta el lecho marino. “Buscamos peces grandes, con buches que pesen más de un kilo, porque como mínimo puedes sacarle 6 mil dólares”.
El resto de la carne del pez no importa a la mayoría de los pescadores; en cuanto es despojada la vejiga, el resto del cadáver es arrojado de nuevo al mar. A la mañana siguiente, cientos de totoabas descuartizadas amanecen flotando en la costa.
Compradores llegados de China
El siguiente paso para la comercialización del alimento es exportarlo cruzando la frontera, oculto en pequeños refrigeradores o bolsas de la compra mediante el “método hormiga”; uno o varios en cada pase. Un pescador que logre cruzar la linea con 70 vejigas natatorias de totoaba está asegurando un cargamento de medio millón de dólares. Y según aseguran los propios pescadores, no es difícil encontrar compradores asiáticos que estén buscando este tipo de mercancía. “A los chinos se les venden hasta los “chiles” de los lobos marinos de la isla San Jorge”.
El caso más reciente se registró el pasado 20 de julio, cuando elementos de la Marina (SEMAR) y PROFEPA lograron desarticular a un grupo de contrabandistas que estaban en posesión de un cargamento fresco de seis ejemplares de totoaba, además de 7 filetes y 12 buches, con un valor estimado de entre 35 y 60 mil dólares. El juez del Ministerio Público dictaminó auto de formal prisión a dos de los cuatro detenidos.
Algunos de los compradores llegados desde Asia también han sido detenidos en estas operaciones. El pasado mes de marzo, Jason Shun Xie, ciudadano chino de 49 años, fue arrestado en Caléxico (California), por contrabando de 270 buches de totoaba. Aunque el fiscal estadounidense solicitó una multa de 3 millones de dólares por el daño perpetrado, finalmente fijó la pena en 500 mil dólares que fueron directamente a la PROFEPA en México.
Otra red organizada de contrabando fue intervenida en abril en posesión de 10 kilos de totoaba y pepino de mar en Tijuana y San Felipe (Mexicali). De los cinco detenidos, dos eran chinos. Pese al evidente crecimiento del mercado ilegal de es este alimento, en el último año solo han sido detenidas una veintena de personas, lo que demuestra el descontrol sobre la pesca y tráfico ilegal no solo de totoaba, también de las otras especies amenazadas del Golfo de California como la vaquita de mar, el pepino de mar y la curvina golfina.
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