Economista Descubierta

Ciencias Domésticas (abandono, esta vez sí)

Disminuir tamaño de fuente Aumentar tamaño de fuente Texto Imprimir esta página
Print Friendly, PDF & Email

A veces tengo la amarga sensación de anticipar casi todo menos el número premiado de la lotería.

Ya les he ido contando que en épocas de crisis, la mujer vuelve al hogar, normalmente por narices, pero a veces también por cojones, si me disculpan la ordinariez.

Como España es un país donde todos somos tontos y necesitamos más de ocho horas para hacer lo que los alemanes o los suecos hacen en siete, y los horarios los ponen los de las comiditas y el fútbol; y además sobramos todas, porque hay menos trabajo y mejor se lo quedan los hombres, que alguien tiene que tener carrera, nos fueron mandando más o menos sigilosamente a casa: que si la lactancia hasta los cinco años, que si las madres cuervo, que si las hembras alfa, que si esto y que si lo otro, pero o te quedas a la reunión que te pongo a las 19 horas o no estás comprometida y no eres flexible. Flexible lo que yo les diga.

Pero claro, nos pusieron a estudiar y ahora ya no nos van a mandar a casa porque lo diga la señorita Francis.

Ahora tenemos que seguir a las Consejeras Delegadas porque nosotras no somos marujas corrientes. Somos estupendas y o nos lo dice otra que cambió la toga por el trapo o no nos sirve.

Y nos vamos a casa tan ricamente y nada enfadadas porque nuestras tareas domésticas y la crianza de los hijos son tan valiosas, que cuando las hace otra cuestan 800 euros mensuales más SS y cuando las hacemos nosotras no valen nada, y tampoco cotizan. De verdad que hacen con nosotras lo que quieren.

Ya tenía medio desarrollado mi manual para amas de casas forzosas y resulta que no vale la pena que me moleste porque ya hay un observatorio que se dedica a ello y dedica recursos para hacer research, oiga, research, I+D+i aplicado al hogar. Si no es fastuoso y apelotante que venga Dios y lo vea.

Home Renaissance Foundation se llama e incluye un curso sobre Management del Hogar. Vamos, las Ciencias Domésticas del Opus de toda la vida y los cursillos de la Sección Femenina en versión en inglés y consultoría. Incluso, si se dan un paseo por la web, lo que les recomiendo, pueden leer algún extracto de un par de seminarios celebrados en Nueva York o leer las minutas de la “Internacional Conference Sustainable Living: Professional Approaches to Housework”.

Tontos no son, no sé quiénes son, pero tontos no son, porque o revisten de misterio y six sigma la cosa doméstica y convierten el trapo en lienzo donde volcar la creatividad inefable de la madre y al puchero en crisol de los amores paternofiliales o con las mismas les manda a tomarse un cola-cao calentito y un cupcake recién hecho a esa mitad de la población cuyo talento se está desperdiciando después de haberlo formado durante por lo menos 25 años de codos y codazos.

Cada día me encuentro alguna noticia sobre «la ejecutiva que lo dejó todo y montó una mercería», «la banquera de inversión que atisbó el futuro: el fin de los piojos» o cualquier otra historia lacrimógena sobre una agotada y asqueada mujer que prefirió calcetar antes de aguantar a jefes que no querían llegar a casa a bañar a sus hijos.

Y otra generación perdida, porque lo que es mis hijas, ya han anunciado que trabajar sí, pero llegar tan tarde como mamá, ni de broma; y si ya lo tienen tan claro, y alguna, por decir algo, iba a ser Marie Curie, pues nos vamos a quedar sin saberlo, porque ni yo se lo voy a fomentar, ni el entorno se lo va a favorecer.

¿Quiénes son? ¿A quiénes les interesó una vez que retrasáramos nuestra maternidad al menos cinco años dedicados a estudiar y mínimo otros cinco dedicados a situarnos profesionalmente? ¿A quién le interesó después que fuéramos madres a los cuarenta, y de paso forrarse con nosotras, y luego decidió que era mejor que nos retirásemos a hacer consultoría doméstica o vender lanas?

Si mi abuela, que fue universitaria cuando la mayoría eran analfabetas a fundar y tuvo diez hijos además de una cátedra, viera alguna de sus bisnietas montar una mercería se levantaría de la tumba. Porque ya han pasado varias generaciones y las cosas podrían haber cambiado. Y han cambiado, pero a peor.

Eso sí, ahora, ya no somos marujas. Aunque lo parezcamos.

* * *

Comparte este artículo