Mi libro
Como España es un país de envidiosos, citándome a mí misma, no podría ser menos, y sí, yo también soy envidiosa.
Envidio a Carolina de Mónaco vestida de Chanel enterita y sin repetir, entre la finca de Kenia y la casa de la Provenza, y envidio sobre todo a todos los que reúnen cien folios y publican un libro.
Si cuando me saqué el carné de conducir, en 21 días y a la primera teórico y práctico fue bajo el leit motiv “si se lo ha sacado Merceditas Alonso (a la sazón, la más tonta de mi clase) no seré yo menos”, cuando he visto que Solbes, Zapatero, Carla Goyanes, Isabel Sartorius, Belén Esteban y me parece hasta Aznar han sacado sus memorias, se me ha revuelto la bilis, otra vez de envidia.
No envidio a casi nadie, pero lo del libro me tiene frita.
Yo no quiero contratar a un negro, ni falta que me hace, ni albergo intención alguna de parir el novelón del siglo XXI. Mis memorias están por vivirse y, en cualquier caso, la historia de una pringada demasiado segura de sí misma no es ni relevante, ni interesante, ni relatable.
Pero ¡ay! ¡Ay mi manual de Economía Doméstica y Gestión de Marmotas! ¡Ay con lo bien pensado y lo documentadísimo que lo tengo. Y ahí, muerto de risa en el capítulo 2, y sin avanzar. Sin avanzar por falta de tiempo, por falta de mesa para mí misma y por falta de coraje.
Y no es que pretenda publicarlo, es que pretendo escribirlo y me tiene descompuesta no ser capaz de avanzarlo, aunque termine por parir cualquier porquería a años luz de cualquier manual de la Sección Femenina.
C.W., que últimamente está muy triste y encima está a desmano, opina que lo de la Gestión Doméstica es una soberana estupidez y me anima a compilar mis entraditas, asegura además que amén de ilustrarlas, las va a promocionar en el mismísimo Miami.
C.W. siempre cree en mí y espera que algún día nos retiremos ricas. Como vive en país de las oportunidades no se quiere creer que a los cuarenta o rico o arre borrico.
Pero yo no quiero ser un remedo de Miguel Esteves Cardoso, a quien si no conocen les remito, y que fue un autor efervescente, que de puro local nunca se tradujo, y total para qué, si las historias de taxistas y sardinas sólo parecían divertirnos a algunos.
Yo quiero ser capaz de terminar mis apuntes y dedicárselos al Sindicato de Marmotas. Visto que el IESE te transforma y ha sido capaz de convertir mi bullicio mental en cuenta de resultados, me da una triste pena no poder terminar el dichoso cuadernito.
Aunque total, no iba a poder superar el interés patrio por las penas de Belén Esteban, ni nadie iba a hacer cola para enterarse como aprendí a ser nueva pobre.
* * *