El colegio
Aprovechando que los festivos de provincias no tienen necesariamente que coincidir con los de la capital, me acerqué el otro día a mi vieja escuelita de infancia para enseñársela a mis hijos y, sobre todo, para verla yo.
Abrí la puerta y pedí permiso a los maestros que cuidaban el patio, donde varias niñas jugaban a la comba exactamente en el mismo sitio donde yo jugaba. Nada más entrar me fasciné ante la presencia de un radiador que, al tocarlo, me devolvió un calor que yo nunca conocí. Oh Dios mío, dentro del cole sin abrigo, y la calefacción puesta en mayo. Se me saltaron las lágrimas.
Tras explicarle al bedel el motivo de mi visita me dejaron entrar, no sólo a las aulas, rotuladas en inglés, español, chino y árabe, sino también al aula de informática, la biblioteca y el gimnasio. Me animaron incluso a comprobar que en el baño había dispensador de jabón y papel higiénico. Y por último, me dejaron subir al piso de arriba, donde los niños todavía estaban en clase.
Las paredes del colegio están llenas ahora de cuadros, que un director se esforzó en pedir que le regalaran cuando el colegio cumplió 25 años, y, junto a los viejos carteles de Educación y Descanso, ahora había cuadros de verdad, algunos incluso de pintores conocidos. Abigarrado pero cálido.
Una señora rubia muy amable salió del despacho del director y se anunció como directora.
– Vengo a enseñarles mi escuela a mis hijos, si no es mucha molestia.
– Por supuesto, este sigue siendo tu colegio, pasa a mi clase, me dijo, que estamos en clase de Cerámica.
Clase de Cerámica. Lo nunca imaginado. En un colegio público de provincia de tercera división en comunidad autónoma de quinta. Clase de cerámica, pizarra digital, pizarra de tiza, pizarra blanca y la mismísima foto de los Reyes que yo vi colgar cuando se pasó la foto de Franco al lateral, de ahí al pasillo y del pasillo a la papelera.
Clase de Cerámica y el armario de los libros en el mismo sitio donde yo guardaba el “Senda” junto con unas perchas ideales con fotos y rótulos, nuevamente en inglés, español, árabe y chino. Para que luego digan que no hay medios en la pública.
Y allí estaban los niños, probablemente iguales a los que éramos nosotros, atentos y curiosos a la visita que se les había colado en clase.
-Me gusta mucho como tienen ustedes el colegio, señora directora, le dije a la señora rubia que me trajo un ejemplar de la revista del 75º aniversario del colegio. Le agradezco mucho que nos haya dejado visitarlo y ver lo bonito que lo tienen.
Eso le dije, porque la señora fue amable, pero me contuve de decirle lo que de verdad pensaba, que no era cuestión de cargar contra la presunta inocente. Me gusta mucho y me alegro mucho de ver como una escuela de austeridad rayana en la pobreza se ha convertido en un colegio lleno de medios y posibilidades, pero si no sacan ustedes adelante a estos niños (con cerámica, pizarra digital, calefacción e incluso letreros cuatrilingües) la culpa no va a ser ni de los niños ni de los medios.
Eso fue lo que pensé, y naturalmente no dije. Y no se quejen más, por favor, que por lo visto ahora ya no hay clase por la tarde.
La Economista Descubierta en blogspot.com
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