Relanzar mi carrera

No sé si ustedes llegaron a recordar que servidora tuvo una carrera profesional, de esto hace ya muchos años. La tal carrera era, como debe ser, coherente y ascendente. Dicha carrera se fue al traste por circunstancias del destino, la producción, la mala suerte, la tontuna y el exceso de confianza. Y aquí estoy, otra vez en la casilla de salida del juego de la oca, mientras todos me han pasado por la izquierda y por la derecha.
Como no merece la pena llorar sobre la leche derramada, y conciliar tampoco se puede, pues este año he decidido que ya es hora de volver a aparecer en el ruedo laboral.
“Primera creencia limitante”, que dicen los coachs, que me creo empleable.
Y es que en el mercado laboral las mujeres a partir de determinada edad estamos fuera de juego, o porque tenemos hijos o porque podemos tenerlos.
Pero como yo no cejo en mi empeño laboral decido actualizarme y me dedico a seguir formándome.
“Segunda creencia limitante”. Por mucho que diga Esperanza Aguirre, no hay trabajo ni de peluquera ni aunque sepas alemán. Las alemanas se tiñen en su casa, caso de que lo hagan, y en España da mucho miedo una mujer con conocimiento (del medio).
Digamos pues que me voy a dedicar a cultivar a mis contactos y moverme en los ámbitos laborales donde mi nombre pueda sonar como experta reconocida y actualizada.
“Tercera creencia limitante”. Vamos, ésta más que creencia es realidad aplastante, porque no tengo ni tiempo ni dinero para andar de congresitos, charlas, ponencias o desayunos de trabajo. No tengo tiempo ni dinero para hacerme la manicura, como para asistir a eventos afterwork de mujeres con vocación de liderazgo.
Reiventarse, y thinking out of the box, que por lo visto para eso hay un libro que se llama “De qué color es tu paracaídas”, o algo así, que descubre tus potencialidades ocultas y las nuevas maneras de sacar partido de lo que puedes y sabes hacer y por lo visto no tenías idea.
“Cuarta creencia limitante”. Vamos, que estoy por explotar el capital erótico famoso de Catherin Hakim y dedicarme a ponerle ojitos dulces a mi jefe a ver si me sube el sueldo, dado que mis capacidades ocultas están tan ocultas que ni yo misma las he encontrado. No me vengan con la copla de la creatividad porque dedicarse a escribir no es una vía alternativa sobre todo porque servidora sólo sabe escribir articulitos regulares y como mucho comentarios de texto. Escribir no da dinero y encima por lo visto necesitas un agente, como si fueras un torero.
La verdad es que llegado a este punto, mi carrera tiene poco de relanzable, salvo que un golpe de suerte (no se olviden, suerte y caradura, lo más importante de todo) decida sacarme otra vez de la tristeza laboral.
La Economista Descubierta en blogspot.com
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