Princesas y consejeras

Podría haber escrito sobre la huelga que hoy me obligará a ir andando a trabajar y a mi hija a comer en el colegio, o de la secesión de Cataluña y el silencio del Rey, por decir algo; pero he decidido que voy a escribir de princesas y consejeras, aunque no del Hospital de la Princesa, ni de Letizia, ni de Elena Francis o la Bruja Lola. Ya saben que a mí los asuntos relacionados con el timo, la igualdad y la conciliación me gustan especialmente.
Y he decidido escribir sobre este asunto porque, en la carta a los Reyes, los tres regalos solicitados presentan todos las connotaciones sexistas esperables. Y eso que servidora sale de su casa a trabajar bien tempranito y hasta la fecha no ha aparecido vestida de tul ilusión y tiara por su casa, pero leo por ahí un estudio realizado entre 359 mujeres españolas con hijas de entre 4 y 7 años (encargado por Disney a la consultora Insighters Experience) que concluye que el disfraz de princesa es el preferido por el 90% de las niñas de entre 4 y 7 años, frente a otros como los inspirados en oficios, animales o trajes tradicionales como el de flamenca. Traje de flamenca ya teníamos. Y de oficios asumo el delantal, que ya teníamos también. Y el de oca, que hubo que agenciarse el día que la señorita decidió que era muy divertido hacer un juego de la oca tamaño belén viviente. Así que, naturalmente, mi niña es una de esas que quiere un disfraz de princesa con tiara, guantes largos y todos los aditamentos principescos que sea menester.
Total, que la carta a los Reyes se parece muy poco al famoso Objetivo 15 y su brindis al sol en lo que a Mujeres en Consejos de Administración se refiere. Por lo visto, y según el famoso objetivo:
“partiendo del análisis del actual modelo de consejera, éste nos permita vislumbrar qué aspectos habría que tener en cuenta para construir el futuro en materia de igualdad de género. O dicho de otra forma, cuáles son las oportunidades que brinda este ámbito para trazar, así, el camino a seguir. (sic)”
No me dirán ustedes que la frase no tiene una enjundia formidable y una profundidad tremebunda, pero desde luego lo que tiene como objetivo es un futuro tan negro como la tinta china. Sobre todo cuando resulta que los disfraces de princesas no solo se agotan, sino que los compramos las madres que estamos más que de vuelta del Objetivo 15 y del timo del género y la igualdad y de ser unas pringadas superiores percibidas doblemente como gilipollas.
Hombre, como objetivo tampoco está mal, porque no es muy comprometido, porque si uno se da tres años de aquí en adelante nada más que para “vislumbrar aspectos” y una vez vislumbrados “tenerlos en cuenta” y después “trazar el camino a seguir”, pues tampoco se compromete una a nada. Es un objetivo similar al de adelgazar a la vuelta de Navidades, ir al gimnasio, o incluso hacer pan en tu propia casa. Si el objetivo sólo es vislumbrar, está claro que es alcanzable y, como todo el mundo sabe, los objetivos deben ser, según rezan los Recursos Humanos: alcanzables, medibles y comunicables. (Ah, y compartidos y aceptados por el empleado, que se me olvidaba).
Porque si el objetivo es llegar, además de vislumbrar, a un Consejo de Administración, está claro que la realidad de las princesas se da de tortas con los Objetivos 15 de marras. No necesito ningún Informe Talentia para que me cuente que estamos lejos de la paridad cuando no me hace falta más que ver la foto de Carnaval del Colegio y contar la bonita cantidad de 9 princesas y 1 hada de un total de 10 niñas. De verdad que si es por hacer powerpoints y elaborar conclusiones obvias, yo les digo lo mismo por un precio más que razonable.
Y, por supuesto, los Reyes Magos traerán un disfraz de princesa, porque el de Ingeniera Superior Industrial lleva implícito el convenio del metal y ese ya les digo yo que es una mierda.
La Economista Descubierta en blogspot.com
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