Economista Descubierta

Plan B

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Dirán ustedes que la Economista está ceniza y poco productiva, y lo que produce es de un amargado y repetitivo que cansa incluso al lector más asiduo. Pues sí, es que estoy tan requetepreocupada como Rajoy, pero con mis espaldas bastante menos cubiertas. Y es que yo tampoco tengo plan B.

En su día, mi jefe del Sitio Elegante siempre tenía plan B, e incluso plan C. Siempre consistía en outsorcear algo, vender algún inmueble, unos cuantos cuadritos, incluso todos, o recortar todo lo recortable por la vía del compensable y absorbible. En plena ejecución del undécimo plan B, a mi jefe y a sus compis del Comité de Dirección los mandaron a su casa jubilados o despedidos. Y ahí nos quedamos los demás, más o menos colgados de la brocha.

Mi propio plan B consistía en creerme empleable, oiga, porque yo lo valgo, e incluso emigrar a algún país de esos que hoy están en guerra civil pero que entonces no estaban. “Maloserá” que no pueda hacer algo, imaginaba yo, ilusa. Después, como el gobierno, reduje y recorté todo lo recortable; pero, igual que el gobierno, no tuve manera de aumentar ingresos, entre otras cosas porque mi propia calificación crediticia está al borde del bono precipicio, y vino el borde y me empujó.

Por lo visto, dicen, nos quedan tres meses de liquidez y yo, que de lo único que estoy segura es de lo inexorable del tiempo, no tengo idea de qué vamos a hacer después, ni si cuando nos terminen de intervenir nos quedará sangre para dar de beber a los vampiros.

Lo mejor del asunto es que, por lo visto, incluso a los que pagan por pensar y dirigirnos están como yo, es decir, in albis y sin idea remota de qué hacer. Ni para puta con este cuerpo, y encima con la competencia desaforada. Ni plan B, ni C, ni ninguno. La verdad es que yo pagaría por ver qué piensa Rajoy por las noches y si de verdad no se estará planteando un suicidio elegante o un exilio deshonroso.

Hasta hace una semana estaba muy enfadada con Rajoy porque no tenía el valor de acabar con el estado de las Autonomías y por no ser capaz de acabar con su propia casta. Ahora no es que esté enfadada, es que estoy aterrorizada y casi preferiría desayunarme ya con el rescate o la invasión o la anexión o lo que tengan pensado para nosotros. Total, yo tampoco tengo plan B y, para el caso, aunque lo tuviera…

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