No saber firmar un cheque

Estos días ando dolida por el asunto de la Fanta Cristina (recuerdo aún las pintadas de su faculta: “Ni InFanta naranja ni InFanta limón”) y su candorosa inocencia de lo que le ponían por delante. Le dan a elegir entre tonta y sinvergüenza y, pudiéndose acoger a la justa fama de los Borbones, elige tonta. Inconcebible.
Siempre me causaron entre estupor, perplejidad y desprecio esas mujeres que se jactaban de que, hasta que no se quedaron viudas, no supieron firmar un cheque. Estupor, porque no me cabe en la cabeza que alguien pueda dejar de disponer de asunto alguno, más aún del económico sin interesarse al menos; y desprecio, porque ya hace cien años que a las mujeres les dejaron ir a la universidad, y, aunque el código civil no permitía “hacerlo”, no prohibía “conocerlo”.
Recuerdo además a mi madre decirme aquello de “no firmes lo que no leas” y a mi padre recitarme que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento. Pero claro, es que yo soy extraterrestre y en mi planeta sólo vivíamos mis padres, mi abuela y yo. Debe ser eso.
Perpleja estoy porque estos días he tenido que oír que “como la mayor parte de las mujeres firman lo que les traen sus maridos, sobre todo en sociedades a medias”. De verdad que prometo no volver a beberme el Fairy en ayunas.
Ya saben que yo detesto por partes iguales a las del género y a las de la media jornada, a las del rol deconstruido y la igualdad y las del WFA y el gordito de las narices, pero casi más odio a las del famoso cheque, el que retiran pero no firman, y a las que pasan la mañana en el gimnasio pero se empeñan en que el inglés es importantísimo. Sabrás tú si es importante el inglés que no te has leído el Quijote y en tu casa, de haber uno, es del Círculo de Lectores. Sabrás tú si es importante el inglés si prefieres que los niños hablen inglés con la Marmota, como si el inglés de las muchachas fuera el acento a imitar. Será posible.
No hay como no haber tenido más cultura musical que el Dúo Dinámico como para descubrir la ópera con sobretítulos. Aguantando el aburrimiento, eso sí, y pensando que Hernani es, sobre todo, un parking.
No hay como pasar de no saber firmar el cheque a interesarse por el colegio que en su momento se abandonó y, acto seguido, irse a un concierto a presumir de pieles.
Pero la Fanta Naranja, por muy cegada que estuviera por el mocetón del balonmano, tenía libros en su casa. Incluso muchos. Y tenía incluso un ministro para ella sola caso de que quisiera tirar de notario para las dudas en Civil y Mercantil. Vamos, que no fue por falta de ignorancia ni por falta de recursos. O fue porque verdaderamente prefería ir de “señora de” que de empleadita de caja de ahorros con poderes tipo B mancomunados para firmar cheques.
Vamos, que me compro yo un marido cuyo CV se resume en dar balonazos y justo cuando se retira, me empieza a traer millones y yo me mosqueo. Claro, es que en las familias normales se tiende a evitar matrimonios desiguales, porque si ya es difícil estar casado con uno que no es de tu familia, no te digo ya con uno con la botella de La Casera encima del hule en las fotos de Navidad.
Como para que me traiga papeles para firmar y yo no le diga: “Anda, imbécil, que no conoces tú más papel que el de estraza”.
La Economista Descubierta en blogspot.com
* * *
Esta obra se publica bajo la licencia de Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Spain.