Economista Descubierta

Laponia

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Durante el largo periodo en el cual servidora estuvo en paro nunca se permitió el lujo de rechazar una oferta de trabajo. Estaba yo para rechazar nada. A Laponia o a Sanlúcar de Guadiana me hubiera ido si hubiera habido oportunidad.

Es más, estaba a punto de irme a trabajar a una empresa de autobuses polacos por el sueldo de un becario con tal de levantarme por las mañanas e ir a otro sitio que no fuera el blog y la taza de café dejando cerco sobre la mesa. Si ya encima cobraba y cotizaba, se me saltaban las lágrimas.

Conste que la oferta no había llegado a través del INEM, sino de un antiguo conocido. Como tampoco llegó a través del INEM el trabajo definitivo, que tuvo que llegar, de nuevo a través de otro conocido. Ya saben, lo que hoy se viene a llamar networking, antes llamado buen amigo que se acuerda de ti.

Yo nunca rechacé ninguna oferta. Más bien me rechazaron a mí, no sé si por los idiomas, la experiencia, la formación o porqué. Estás sobrecualificada, me decían, esto es poco para ti, seguro que encuentras algo mejor y mientras tanto «disfruta del gordito». Cada vez que lo recuerdo, se me saltan las lágrimas.

El caso es que a mí nunca me quisieron, y eso que yo me presentaba a todas las vacantes de las que tenía noticia; vacantes, desde luego, que no llegaban ni a través de la CEOE ni del INEM. Ni del Instituto Lapón de Promoción del Empleo.

Cierto y verdad es que recuerdo de primera mano las dificultades que tuve en cierta empresa nacional para encontrar españoles que quisieran trabajar en una fábrica, con turnos y esas cosas, y que estaba el comité de empresa constituido antes de inaugurar la fábrica y que Huelva está llena de polacas recogiendo la fresa porque al ciudadano local no le solía compensar doblar el espinazo.

No nos engañemos, los estafadores laborales existen, porque ladrones hay en todos los oficios.

El que es inmoral, lo es casi siempre; y el que no lo es, trata de no serlo nunca. En este patio de Monipodio del rey abajo, todos, o casi todos.

Es difícil ser “empleable” y deseable aquí y en Laponia, y es difícil que una empresa lapona quiera a un temporero de Huelva para algo. La “empleabilidad” no es una cuestión de conocimientos ni de capacidades, es una cuestión de costes. Y si no, explíqueme por qué las compañías se llevan la producción y los call centers a los paraísos de la explotación infantil o por qué motivo van a querer contratarme en Laponia y no en España.

Se puede poner la CEOE como quiera, pero de Laponia nunca me llegaron ofertas. No me quedó mas remedio que seguir cobrando la prestación, por mucho que lo que yo quería era cobrar un sueldo.

Yo lo siento, pero aquí el estado del bienestar no nos lo hemos cargado los parados ni los enfermos, sino que se lo ha cargado la casta y la cosa política; sindicatos, naturalmente, incluidos. El estado se cargó al estado. Y a Laponia no, pero a Londres se ha tenido que ir Federico Trillo para dar ejemplo de movilidad geográfica y aceptación de ofertas fuera de España.

Y el paro me lo he cotizado yo, como me he cotizado la baja de enfermedad. Donde pago, cago, ¿no le parece?

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