Yanis Varoufakis

La periferia de Europa: ¿una versión posmoderna de la Gran Bretaña en la década de 1930?

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Imagen de protesta durante la Gran Depresión

¿Déjà vu?

Aunque resulta pertinente establecer paralelismos entre la crisis de 1929 y la de 2008, es importante señalar las diferencias no sólo entre las dos épocas, sino también entre las distintas experiencias de cada país en cada momento. La cuestión simple, pero no baladí, es que hoy la periferia europea no se encuentra en la misma situación que Estados Unidos o Gran Bretaña, al igual que después de 1929 Gran Bretaña no se encotraba en la misma situación que Estados Unidos. Por tanto, tener en cuenta esas diferencias resulta importante a la hora de diseñar estrategias para hacer frente a la crisis actual.

Tomemos el caso de Gran Bretaña en el período posterior a la Primera Guerra Mundial, que finalmente llevó a 1929 y la Gran Depresión. Tras la guerra, Gran Bretaña experimentó una caída en inversión y en beneficios empresariales. La vuelta al patrón oro tras el fin de la guerra a un tipo de cambio demasiado alto hizo que Gran Bretaña pasara la década de 1920 tratando de mantener ese tipo de cambio a través de elevadas tasas de interés reales. Así se prolongó la hemorragia de inversión, mientras que las tasas de interés se mantenían artificialmente altas en el contexto de la defensa de la locura que supuso el patrón oro. El resultado fue que Gran Bretaña entró en recesión antes de 1929.

En agudo contraste, Estados Unidos experimentaba un auge gracias a los primeros conglomerados verticales (Edison, Ford, etc.) cuyas necesidades de financiación dieron lugar a la primera ola de financiarización a gran escala. El ciclo resultante de los grandes beneficios de esos monopolios, tasas de interés bajas y alto crecimiento dio lugar a una burbuja especulativa que estalló catastróficamente en 1929. Cuando eso sucedió, tanto la economía estadounidense como la británica fueron golpeadas duramente. Sin embargo, la diferencia entre las dos experiencias durante la misma crisis fue que, a diferencia de EE.UU., que no vivió la recesión previa a la depresión, Gran Bretaña ya estaba saboreando las amargas uvas de una desaceleración antes de la implosión del sector bancario.

Vayamos ahora a las dos décadas anteriores a 2008. En la cola del tsunami de capital que fluía hacia Wall Street diariamente con el fin de financiar el déficit estadounidense y que a su vez mantenía a los exportadores del mundo ocupados (cerrando así el ciclo de reciclaje que he descrito en «El minotauro global«), las tasas de interés en EE.UU. eran muy bajas y la financiarización se llevó a cabo más o menos como lo había hecho en la década de 1920. Esta vez, las burbujas eran más grandes y peligrosas (teniendo en cuenta también que Wall Street y la City fueron impulsadas en su frenesí de creación de crédito por la poderosa tecnología disponible y la complejidad de los contratos de derivados), por lo que cuando éstas explotaron, los agujeros que el contribuyente tenía que llenar no tenían fondo. Sin embargo, en esta ocasión, Gran Bretaña se encontraba en una situación similar a la de Estados Unidos: sin el inconveniente de una moneda común (es decir, el patrón oro en 1929 o el euro en 2008), por lo que empleó una respuesta parecida a la estadounidense: rescates masivos a bancos que duplicaron la deuda pública, la nacionalización parcial de la banca, el apoyo infinito a los tenedores de bonos bancarios y ningún alivio para los ‘pequeñitos’, las personas atrapadas en los engranajes de un valor patrimonial negativo, el desempleo y la pobreza. Afectadas todas sus otras inversiones, los inversores acudieron en masa a comprar bonos del Tesoro estadounidenses y Gilts británicos, manteniendo así las tasas de interés estadounidenses y británicas en mínimos históricos.

Mientras tanto, la periferia de Europa terminó en una situación no muy distinta a la que Gran Bretaña se había encontrado en 1929. Al igual que Gran Bretaña durante la década de 1920, la periferia de Europa había entrado en una unión monetaria con una tasa de cambio absurda. Para asegurar su entrada en la eurozona en el primer lugar, todas y cada una de estas naciones tuvieron que imponerse a sí mismas una oculta recesión de combustión lenta. El precio que pagaron fue la reducción de los salarios reales y la sustitución de la inversión en manufactura por una pesada losa de importación de servicios y desarrollo inmobiliario (especialmente en países como Irlanda y España, o de obras públicas en lugares como Grecia).

Una vez dentro de la moneda común, la inversión (excluido el desarrollo de bienes inmuebles) comenzó a caer rápidamente, los costes laborales unitarios subieron y lo único que se interponía entre ellos y una huída masiva de sus bonos (el equivalente a una corrida en su moneda, una vez que había renunciado a su moneda propia) fue la «exuberancia exorbitantes» de grandes bancos extranjeros que inundaron la periferia con préstamos que ocultaban el proceso recesivo subyacente.

En resumen, al igual que Gran Bretaña antes de 1929, la periferia de Europa estaba siendo secretamente golpeada por una recesión de combustión lenta (que no aparece en sus estadísticas nacionales gracias al desarrollo inmobiliario, infraestructuras sin sentido y crédito ilimitado) mucho antes de 2008. Con una moneda sobrevaluada, sus industrias se fueron marchitando en favor de un falso crecimiento del sector inmobiliario y las finanzas. Y cuando la crisis de 2008 pinchó estas burbujas, y a diferencia de Gran Bretaña y EE.UU., la periferia de Europa se encontraba en una situación muy parecida a la que Keynes estaba tratando de analizar en Gran Bretaña en la década de 1930.

Como todos sabemos, Gran Bretaña respondió con bastante rapidez a partir de 1929 al ser los primeros en abandonar la moneda común (es decir, el patrón oro) que la había estado lastrando años antes del crash. Hoy en día, la periferia no puede hacer esto. Ya no disponemos de las monedas que podríamos desvincular del oro, del dólar, de alguna referencia extranjera de intercambio y de reserva de valor. Resucitar las monedas de cada nación sería el equivalente a derribar la Unión Europea y todo lo que simboliza, tanto económica como políticamente.

Entonces, ¿cómo debe responder la periferia de su crisis existencial? Insistir en más endeudamiento y austeridad es, obviamente, tan inteligente como lo habría sido para el Reino Unido permanecer en el patrón oro después de 1929 y tratar de «cortar de raíz» la Depresión poniendo toda la magnitud del ajuste a espaldas de gente empobrecida. (Éste es precisamente el motivo por el actual debate sobre el tamaño del tóxico FEEF-MEE carece de sentido). Si la economía social de la periferia se basa en la supervivencia y evitar que se convierta en un desierto desolado, profundos cambios estructurales son necesarios dentro de la zona euro. Para aquellos que sugieren el «movimiento federal» como la «solución», mi respuesta es: ¡seguid soñando! Incluso si hubuera voluntad política para llevar a cabo tal federación (y no la hay), el proceso sería superado por la embestida de la crisis.

¿Qué debemos hacer? Mi opinión es que la única opción que le queda a la periferia es el equivalente actual a la salida anticipada de Gran Bretaña del patrón oro a principios del siglo pasado, pero no en forma de una salida del euro, sino dando algunos pasosdecisivos para aprovechar las instituciones de la UE y la eurozona para unificar el sector financiero, una gran parte de la deuda pública y, por último pero no menos importante, estrategias de inversión agregada y desagregada. En resumen, necesitamos algo así como lo que hemos expuesto en nuestra «Modesta Proposición«.

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Copyright © 2012 · Yanis Varoufakis

 

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