Economista Descubierta

La legalización del tupper

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Me van ustedes a perdonar la ausencia, pero servidora se largó de vacaciones, sin Internet ni ideas que no fueran gris marengo. Sé que los he dejado tirados, pero no podía más de prima de riesgo y Primo de Zumosol. Ni de pagar más por el dichoso Internet móvil, oiga.

Después de un largo mes, con reunión de seguidores del Alsa incluida (Tikitina, hija, gracias por venir a verme a mi aireada esquina del norte del Norte), he vuelto gorda como una hucha y deprimida como Dios manda. Y eso que no he leído los periódicos ni he visto el telediario durante un mes.

De lo poco que he sabido durante mi mes de ausencia es que por fin, que ya era hora, se han decidido a unificar el calendario y compra de vacunas, que había que ser gilipollas integral además de promotor de epidemias por estupidez. La siguiente noticia ha sido el debate del cabás en el colegio, la tartera de toda la vida y si dejarán o no, cobrarán o no, y si Sanidad y Educación en sus 17 multiplicaciones decidirá o no llevarse la meriendita.

Yo suponía que en todos los colegios de España te dejaban llevar la comida igual que te dejan llevar la merienda. Conocía por lo menos tres colegios donde se comía de maleta y termo, y ahora resulta que no, que o comías o no comías, pero no te podías llevar la tartera con los macarrones.

La verdad es que hay que ser inocente por mi parte; si no se ponen de acuerdo en qué estudiar ni cuantas horas, se van a poner de acuerdo en si se admiten o no meriendas y cobran o no por el gasto de mesa y microondas. Y no hay como viajar a otra región, dizque Comunidad Autónoma, para verificar que el asunto da para debate interconsejería de Educación e incluso artículo del periódico.

Me pregunto también si después de que se pongan de acuerdo, caso de que lo hagan, habrá que habilitar un espacio halal para que Mohamed coma en su tupper, habrá un supervisor para que no se lleven chuches en la mochila y no se guarden las tarteras sucias en los pupitres. Como no tenían problemas los del AMPA (quiero decir la asociación de progenitores y progenitoras, antes llamados padres), lo que les faltaba es revisar las meriendas y el reciclado del papel Albal.

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