Georgina Hope Rinehart

Tengo un amigo que siempre dice que es mejor ser rico y con salud que pobre y enfermo y, hasta ahí, estamos todos de acuerdo. Si además de ser rico y con salud, eres guapo y listo, pues entonces es la bomba. Si a todo eso se une ser bueno, el resultado debe ser maravilloso. Pero es raro tenerlo todo, me temo.
Lo que se entiende peor es que si eres rico pero eres feo y estás gordo como una hucha no hagas nada para remediarlo. Ya saben que el pelo sí importa y, al menos en España, la fiesta no es para feos. Si a pesar de ser rico sigues siendo feo y estando gordo, entonces ya no eres tan listo y ya no eres tan perfecto. La verdad es que si a mí me dicen que Georgina en lugar de ser la mujer más rica del mundo, es la cajera del Aldi de Hermmanplatz en cualquier villorrio de Alemania del Este, yo me lo creo. La verdad es que la pobre será rica, pero tan lista no debe de ser cuando no sabe que además de ser rico, hay que ser guapo (y delgado).
Por lo visto, la tal Georgina, cuyo padre encontró una mina y la explotó con éxito, está enfadada con los pobres porque los pobres son, de suyo, bastante molestos. Los pobres, además, suelen ser bastante feos y gordos. En esto comparten estética con Gina.
Está en su derecho a que le molesten, claro, porque no está obligada a sentar a ningún pobre a su mesa, y a lo mejor en Australia no es fiscalmente interesante ser bueno.
Debe ser que el padre de Georgina había leído alguna edición previa («precuela» que dicen ahora) de la tontada del tal Harv Eker y sus “Secretos de la mente millonaria”. Vamos, que iba por el monte el ciudadano Rinehart, se le cayeron las llaves y, oiga, encontró el yacimiento y la “millonariez”.
Pero claro, como son ricos de primera generación, todavía conserva la genética de los pobres, a saber: la fealdad y la gordura, que como todo el mundo sabe son producto de la falta de educación y el hambre atrasada. Gina, dear, serás rica pero estás gorda y vas hecha un adefesio. Y desde luego, si te pareces a tu madre, se explica que tu padre se casara con la marmota filipina. Las filipinas casi nunca son gordas y mira a la Preysler qué estilosa es.
Las hermanas Miller, que se casaron todas con millonarios, no recibieron de su madre más consejo que el siguiente «ni una talla de más y la manicura siempre impecable». Ahí queda eso Georgina.
Lo sé, soy superficial y envidiosa. No critico lo que ha dicho, sino su lamentable aspecto físico. No entro en los detalles de su análisis “megacapitalista” y “ultrarequeteliberal”. Y ni siquiera hago un análisis ético de lo terrible de su pensamiento. Debe ser que todavía tengo pensamiento frívolo de verano…
La Economista Descubierta en blogspot.com
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