Catherine Hakim, el pelo importa

De la mitad de las cosas que decido leer, sean Honey Money o la dichosa Madre Tigre, termino leyendo la contraportada en Vips o un artículo en la sala de espera del dentista… me falta tiempo y dinero para comprar todo lo que se me antoja y, la verdad, tampoco sé si ya merece la pena leer algo nuevo, con la de lectura atrasada y por releer que se me amontona. Supongo que estaría bien, pero como no puede ser, más vale no amargarse.
El caso es que el famoso observatorio de la dichosa igualdad y una conocida que le ha dado por el activismo del dichoso género están indignadas porque la Hakim quiere que aprendamos a explotar el potencial de nuestra melena y me han frito a links llenos de santa indignación. No es que la Hakim sea especialmente frívola, y estoy segura de que ha leído algo más que el Cosmopolitan, pero hay que ver como les revienta que sea otra mujer la que les dice algo distinto de lo que quieren oír. Se inventaron lo del género, y hala, ya no se les puede llevar la contraria.
La verdad es que a mí todo este asunto me pilla mayor, fuera de todos los mercados y, sobre todo, el pelo largo me favorece más bien poco, pero no deja de fascinarme lo polarizado que está el asunto entre las de la deconstrucción del rol y las de “el pelo importa, nadie te lo dijo en Harvard, pero el pelo importa”. Creo que esto lo dijo Hillary Clinton, a la que, por cierto, peinaba su peor enemigo.
Me pregunto si la Hakim se llamaba Hakim de soltera o tenía un buen padre libanés que le regaló todas las sesiones de salón de belleza que quiso durante sus veranos en Beirut. Hakim no suena muy anglosajón, que digamos. Menos mal que yo predije la vuelta de las finishing schools y que a mis hijas les tengo prohibido jugar al fútbol, y me he enfrentado a la profesora con esa manía que les ha dado ahora en los colegios de que las niñas jueguen al fútbol.
Yo he aceptado, a diferencia de la Madre Tigre empeñada en hacer de sus hijas unas máquinas ganadoras de competición permanente, que las carreras para las mujeres se han acabado y si queda algún trabajo serán escaso y mal remunerado. Da igual que sea justo o injusto. Los hechos son tozudos y la realidad no se cambia porque la cuota se trate de imponer por narices. Una no se puede empeñar en cambiar lo que no sólo no va a cambiar sino que, además, se acentúa en las crisis. A lo mejor es que yo soy una perdedora laboral, que lo soy, pero ya lo tengo asumido y trato de no envidiar porque el rictus de la mala leche no hay botox que lo borre.
En las crisis las mujeres se vuelven a su casa y, si no te gusta, más te vale que te vaya gustando. Y si no tienes casa de tu marido, no pasa nada, cuidas a tu padre porque la marmota ya no te la puedes permitir.
La Economista Descubierta en blogspot.com
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