En defensa del 1%
La semana pasada empleé una tarde visitando a los manifestantes del movimiento “Occupy Wall Street” en Manhattan. Llevé un equipo de grabación y un letrero que rezaba “Soy el 1%, hablemos.” Mi objetivo era comprender lo que motivaba a estas personas a protestar y tratar de explicarles las verdaderas causas de la crisis financiera. Fui allí con la convicción de que gran parte de la ira que estos manifestantes proyectaban estaba justificada, pero dirigida al objetivo incorrecto.
En efecto, se produjeron muchas discusiones acaloradas. Yo hice poco más que preguntar qué porcentaje de mis ingresos se me debería permitir conservar. Me respondieron llamándome idiota, loco, cruel y egoísta. Pero cuando empezamos a hablar de problemas concretos, parecía que los manifestantes estaban divididos en dos categorías: los que en general entienden y aceptan que Washington causó este lío, y los que sólo podían recitar máximas marxistas. Fueron estos últimos los que recurrieron a los insultos cuando yo les exponía la hipocresía de sus posiciones. Denuncian que “los bancos se han apoderado de las agencias reguladoras, ¡así que necesitamos más regulación!”. Obviamente, esto es paradójico. Si están culpando al gobierno de causar este problema, ¿cómo es que sugieren que la solución pase por más intervención del estado?
Creo que algunos de los líderes de ese movimiento provienen de un tipo de formación marxista-radical y que tal vez son inteligentes al mantener un silencio deliberado sobre sus verdaderos objetivos. Y es que la gran mayoría de los manifestantes que conocí creen en el capitalismo, sólo que están cansados de los abusos de un capitalismo clientelar. El reconocido activista Michael Strong lo llama “capitalismo basura” y eso es lo que es. Es un sistema podrido, y ellos lo saben.
El problema es que muchas de estas personas tienen la impresión equivocada de que los bancos de Wall Street son los culpables de todo lo que ha ocurrido. Lo anterior es como culpar a los perros que se abalanzan a los contenedores de basura en la calle y causan un estropicio. Por supuesto que su comportamiento es reprochable, pero la responsabilidad última recae en las autoridades; en este caso, en Washington. Después de todo, no ha sido el área metropolitana de Nueva York la que más se ha beneficiado de esta crisis. Por el contrario, los condados en los alrededores de Washington, D.C. figuran hoy como los más ricos del país. Y mientras los neoyorquinos ricos que históricamente se han ganado la vida proporcionando servicios financieros esenciales para la economía mundial, Washington siempre se ha ganado la vida de la misma forma: a nuestra costa.
Es por eso que me cuesta simpatizar con las personas que se hacen llamar el “99%”, lo que implica que se oponen a la riqueza, sin importarles cómo se obtuvo. Soy dueño de una firma de gestión de fondos, pero no he recibido dinero alguno de los rescates al sector financiero. De hecho, tengo que trabajar el doble para competir con las grandes empresas financieras que reciben el apoyo del gobierno estadounidense. Lo menos que merezco es el derecho a conservar lo que he ganado.
Hay que tener presente que si el estado no esquilmara tanto a los ricos que se han ganado su dinero, el gobierno tendría bastante menos recursos para realizar rescates a firmas selectas de Wall Street. Hace cien años, los grandes bancos no tenían empresas de cabildeo (lobbies) en Washington, ya que frente a los ingresos de éstas en un mercado libre, el gobierno simplemente no disponía de tanto dinero para repartir selectivamente.
La otra herramienta que el gobierno no tenía en aquel entonces para utilizar en nuestra contra era la Reserva Federal. Incluso si nos reducen drásticamente los impuestos, la Reserva Federal podría decidir hacer lo que ha estado haciendo hasta ahora: imprimir dinero para financiar el despilfarro del gobierno. Esto actúa como un impuesto secreto que impacta en todo aquel que tenga una cuenta bancaria, y que es clave en la transferencia de riqueza de los estadounidenses trabajadores a las élites con amigos en la política. Así que, en realidad, las protestas no deberían tener lugar en Wall Street, sino en la esquina de la irónicamente llamada Liberty Street, sede de de la Reserva Federal de Nueva York: el corazón de este sistema deshonesto.
Hasta que estas dos fuentes de opresión financiera no sean controladas, el nivel promedio de vida de los estadounidenses continuara deteriorándose, más puestos de trabajo huirán hacia los mercados emergente, y más jóvenes serán condenados a poco más que entorpecer el tráfico en las calles donde protestan.
Una frase común que escuché en las protestas era que nuestros problemas recaían sobre el hecho de que los ricos no pagan impuestos suficientes. La mayoría cree que la economía estaba mejor cuando los tipos impositivos marginales eran más altos, y que tasas más bajas son una causa de declive financiero. Olvídese de la defectuosa lógica de este supuesto, que además no tiene en cuenta dos puntos clave. En primer lugar, si bien es cierto que las tasas marginales de impuestos eran mucho más altas después de la Segunda Guerra Mundial, la normativa fiscal estaba llena de agujeros y excepciones, de modo que muy pocas personas realmente pagaban la tasa nominal. En segundo lugar, hasta antes de 1913, los ricos no pagaban impuestos sobre la renta, sin embargo, el nivel de vida de las clases media y bajas aumentaban mucho más rápidamente en el siglo XIX que en el XX.
En general, creo que prevalece una verdadera falta de comprensión de principios económicos básicos entre los manifestantes. Ellos piensan que el rico tiene la obligación de compartir su riqueza con la sociedad. Sin embargo, no son capaces de comprender que, en un sistema capitalista de verdad, los ricos sólo puede adquirir su riqueza sirviendo a los demás. Nadie tiene éxito por sí sólo. Considere la trayectoria de Steve Jobs. Se convirtió en un multimillonario al compartir su riqueza. Piense en los millones de personas en todo el mundo cuyas vidas han sido mejoradas por los productos de Apple. Piense en todos los empleados de Apple que se benefician de puestos de trabajo bien remunerados que Jobs creó. Piense en todos aquellos inversores que ganaron dinero al invertir en acciones de Apple. Steve Jobs compartió su riqueza con todo el planeta antes de pagar un sólo céntimo en impuestos. De hecho, el dinero que Steve Jobs haya pagado en impuestos probablemente le impidió la creación y distribución de más riqueza. Si Jobs hubiera optado simplemente por acumular y guardar riqueza, nunca la hubiera obtenido en primer lugar.
La idea de que los manifestantes tienen derecho automático a una porción directa de los beneficios obtenidos por los demás es inmoral. Los manifestantes tienen razón al estar enfadados por tener que compartir las pérdidas de Wall Street. Pero si ellos no quieren compartir las pérdidas, ¡tampoco tienen derecho a exigir una parte de las ganancias!
Uno de los manifestantes equiparaba los bajos salarios pagados por Wal-Mart con la esclavitud, sin embargo, al mismo tiempo pensaba que el gobierno debía quitarme el 70% de mis ingresos. En el caso de Wal-Mart, los empleados son libres de elegir otros empleos. ¿Qué otra opción tengo yo frente a un impuesto sobre la renta del 70%? Ellos lo llaman “esclavitud” cuando Wal-Mart ofrece a los trabajadores mejores oportunidades de las que podrían encontrar en otros lugares, y “justicia” cuando el gobierno me esclaviza a la fuerza al quitarme un 70% de los frutos de mi trabajo.
Otro manifestante cuestionaba mi afirmación de que las empresas son las que crean puestos de trabajo diciendo que eran los consumidores los responsables de la creación de empleo al gastar su dinero. Cuando le pregunté de donde obtenían los consumidores ese dinero, el manifestante me dijo , “desde sus puestos de trabajo”, que no es otra cosa que darme la razón. Sin empleo, los consumidores no tienen poder adquisitivo. Y sin producción, no hay nada que comprar.
Les pido a estos manifestantes que se eduquen sobre las verdaderas causas del declive financiero actual y que no pierdan su tiempo disparando a un blanco equivocado. Ellos tienen todo el derecho a estar enfadados, pero también la obligación de ser parte de la solución. Sí, yo soy el 1%, pero me he ganado cada céntimo. En lugar de intentar quitarme mis ganancias, espero que aprendan de mi ejemplo.
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Traducido al español y publicado con autorización de Peter Schiff.
Translated and published by kind permission of Peter Schiff.
Enlace a versión original del artículo (en inglés)
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