Que paguen los ricos

Es feo ser envidioso. Además de feo es difícil de disimular y demuestra ser poco inteligente. Como sabrán, la peor de las envidias es la tristeza del bien ajeno. No existe la envidia sana, como no existe piedad en las mentiras, pero entristecerse del bien ajeno es feísimo y, además, por lo visto, un tormento para el que lo padece. Si es por amargarse siempre hay motivos, porque siempre los habrá más ricos, más listos, más guapos y más jóvenes. Oiga, es lo que tiene la vida, que no es ni justa ni injusta, es que es así.
Una cosa es ser rico y otra corrupto, y una cosa es ser rico y otra un ladrón. Se pongan como se pongan, meterlos a todos en el mismo saco es una necedad y el que no quiera ser rico que levante la mano y que no juegue nunca más a la Primitiva y, desde luego, que nunca jamás vea ni Gran Hermano ni ningún reality bazofioso.
Una cosa es ser rico o hacerse rico honradamente y otra hacerse rico a cualquier precio. Y lo siento, pero no se puede confundir a uno que se ha hecho rico montando una empresa y arriesgándose a ser pobre, con uno que se ha hecho rico porque ha ido cobrando por aquí y por allá unos favorcillos primero y un par de consejos después.
Es cierto que es fácil corromperse cuando anda uno rodeado de millones, como es fácil acabar poniéndole los cuernos a tu mujer si sólo tienes turno de noche y todas tus compañeras son mujeres. Al final, la naturaleza humana no es de natural esforzada y lo fácil suele ser más tentador.
Es curioso que la gente considere ricos malísimos a los empresarios y no, por ejemplo, a los futbolistas, cuyo mérito es darle patadas a un balón y escupir al suelo. No he visto a los indignados acampar frente al Bernabeu ni plantarse en la Copa de Europa. Tampoco apalea nadie a los que les toca el “gordo”, que no tienen ningún mérito y los únicos malos fenomenales son los que al final crean puestos de trabajo.
Vamos, que ahora vaya a tener la culpa de nada por ejemplo Amancio Ortega, pues es para comer cerillas, porque, en fin, si a él se le ocurrió Zara y a usted no, mejor para él y peor para usted. Y mejor nos iría si tuviéramos más amancios y más zaras y no le tenga envidia y sea agradecido, que si no es por Amancio aquí no cambiaba el armario nadie. Y si encima el rico es caritativo y se paga un hospital de Alzheimer pues entonces ya es odioso, porque el común de los mortales si hay algo que deteste más que el dinero y el éxito es que uno sea buena persona.
Los ricos ya pagan, porque que se sepa no tienen cuenta en la farmacia ni les regalan el colegio y, además, pagan lo que no usan para que lo usemos los demás, a saber Educación y Sanidad, que pagan como todos, pero usan menos. Así que déjense de necedades que toda la vida fue mejor ser Mónaco que Costa de Marfil.
La Economista Descubierta en blogspot.com
* * *