Economista Descubierta

Networking

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Una de las cosas buenas que ha conseguido este asunto de las redes sociales y el networking de marras es blanquear al recomendado; blanquear al recomendado y ahorrarse una pasta, que tampoco es cosa baladí.

De toda la vida de Dios se reclutó entre conocidos. Uno busca una marmota (al glosario les remito) y lo primero que hace es preguntar a las amigas, a las amigas de la madre, a la parroquia, a las vecinas; en fin, a las fuentes de reclutamiento de máxima confianza y bajo coste. Las referencias eran de primera mano y siempre cabía hacer un favor. “Mira, lo está pasando fatal porque al marido le han dado una invalidez y ella no ha cotizado nunca”, total, que la contratabas.

Que querías un becario para cubrir las vacaciones, pues llamabas al otro becario y le preguntabas si había alguien de su clase al que le interesaba. Y te presentaba a su colega, o a su hermano, que estaba en penúltimo curso y le quedaba una para septiembre, y total, se iba a quedar todo el verano en Madrid. Asunto resuelto, becario contratado.

Y si habías estudiado Caminos en Santander, que como todo el mundo debería saber es la mejor escuela de España, pues nada, llamabas a un profesor y le preguntabas por el más adelantado de la clase, e ingeniero de Caminos listo para el proyecto.

Las Big 4 organizaron mejor el asunto porque, cuando se acabó la generación del esfuerzo y empezó la de la conciliación, resultaba harto complicado encontrar candidatos, así que se inventaron rifas entre los empleados que presentaban a un amigo. Yo trabajé en una que hasta sorteaban un coche.

Pero, en el fondo, el recomendado siempre estaba mal visto. Reclutabas al conocido por que era conocido, pero luego el pobre se pasaba toda su vida con el sambenito de enchufado. Una lástima.

Hasta que llegaron las redes sociales. Lo mejor de las redes sociales es que convirtieron a la llamada a la vecina en networking y al recomendado en «contacto», que es mucho más aséptico. Vamos, que entre contratar a un recomendado y a un contacto hay un abismo de limpieza, y total, sigue siendo lo mismo, pero blanqueado. Y ya no está mal visto. Todo por obra y gracia de una terminación de gerundio. No me digan que no es fascinante. Para que luego digan que las palabras no cambian las cosas.

Es más, el cotilla profesional se ha convertido en professional networker, que suena bárbaro, y hasta cursos dan de cómo «optimizar tu red de contactos» (y la gente se apunta, e incluso paga). Desde luego, el que lo inventó, como el del coaching, está todavía que no da crédito.

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