Economista Descubierta

Managing Your Career

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El que desee dedicarse al Recurso Humano debe revisar, sobre todo, sus ambiciones y capacidades personales.

Si usted quiere llegar a consejero delegado, deje el negociado del gerundio porque los de Recursos Humanos somos coste y no ingreso, y claro, cuando uno es por definición un lastre para la cuenta de resultados, pues tiene pocas posibilidades de llegar a jefazo enorme. A los consejeros delegados y los directores generales se les presupone ingreso, y a los de RR.HH., en el mejor de los casos, control del gasto.

Dicho lo cual, cuanto antes asuma uno esto, mejor, porque ya se puede ir por la vida laboral mucho más desahogado, entre otras cosas porque es mucho más fácil no gastar (tanto) que ingresar (algo). Además, queda uno liberado de una competición absurda y se puede enfocar mucho mejor en hacer su trabajito con diligencia y buen hacer. Eso sí, brillar, brillar, lo que se dice brillar, pues no se brilla. Hay que aceptarlo cuanto antes.

Lo siguiente que uno debe tener nítido es que si usted se dedica a Recursos Humanos no podrá tener amigos en la empresa. Nadie se acercará a usted con intenciones completamente ingenuas, y el día que tenga que despedir a un empleado (día que inexorablemente llega) es mejor que, además, no se lleve un disgusto por haberse cargado a un amigo. La función del Recurso Humano es, de por sí, ingrata y solitaria. Si usted es de natural sociable y amistoso dedíquese a Eventos, pero no a Recursos Humanos.

La tercera cosa que uno debe saber es si es capaz de guardar un secreto. Si es usted un cotilla de alcantarilla, no tendrá mucho éxito en su carrera y más vale que vaya pensando en dedicarse a otra cosa. Usted tendrá que manejar información sin utilizarla en su beneficio. Y eso no es precisamente fácil.

Los profesionales de Recursos Humanos se suelen estampar por alguna de las tres razones. Una, creerse consejeros delegados y enmendarle la plana al que te paga el sueldo (no digo yo que sin razón, ojo, que son consejeros delegados, no Dios). La segunda, por ser arbitrarios en sus relaciones con los empleados (“éste me cae mal, lo echo; éste me cae bien, lo promociono”). Y claro, eso, al final, se paga. Y por último, por chismosos y bocazas. Un director de Recursos Humanos como está guapo, es callado. Y un comité de empresa cabreado con un director de Recursos Humanos con la boca caliente pide siempre, siempre su cabeza…

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