Economista Descubierta

Looksism, o la discriminación por pinta

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Llega el verano y se llena el metro de pies y brazos; un escándalo de carne a la vista que bien merecería una rebequita, en el mejor de los casos, o una pedicura en el peor de los escenarios. En el Congreso, sin embargo, han prohibido entrar a medio vestir, aunque la ministra de Sanidad se ha despachado con una ley, o proyecto de ley, o lo que sea, donde se va a denunciar la discriminación por pinta: the famous looksism. En sus palabras: “una España donde nadie humille y nadie se sienta humillado”. Hasta ahí todo precioso. Son buenísimos estos de los derechos y libertades individuales exclusivos para los de sus ideas.

Y a la vez, cae en mis manos el manual de estilo de un banco que, claramente para sus oficinas en el país de origen, dice que los hombres, como máximo, deben llevar siete joyas; que las medias deben ser siempre claras y que de tatuajes nasty de plasty. Como lo vea la ministra los va a empapelar a todos, por discriminatorios y por decirle a la gente que no puede ir sin afeitar y con las uñas largas. La verdad es que lo chocante es que a la gente le haya que explicar que hay que ducharse todos los días y que hay que cambiarse de ropa y ponerse otra que esté limpia.

Y todo esto en este país, donde la fiesta no es para feos. Vaya, que finalmente han podido los de la mala pinta, o eso se han creído, claro, porque en España (y en todos los sitios) se discrimina por edad, por sexo, por pinta, por extracción social. Vamos, que se discrimina por todo, y eso es así. Porque discriminar es elegir, y aquí todos elegimos lo que más nos gusta, que suele ser lo más bonito.

Que todos seamos hijos de Dios y tengamos derecho a votar no quiere decir que tengamos derecho a que nos contraten, así que no estaría de más que alguno recordara aquello de que sólo hay una oportunidad para crear una primera impresión. Eso sí, el día que el rey necesite un traductor vietnamita-español para un viaje oficial, ya les digo yo que si tiene un tatuaje o siete piercings va a importar tres. El caso es tener las competencias (oh, cuanto tiempo sin hablar de ellas), y si las tienes, al final, te van a contratar. Claro que si hay muchos que tienen the famous competencias, pues entre guapo y feo, ya saben, prima hermana, con más ganas.

Por mucho que se empeñe la ministra, a los guapos les va mejor. Y si no puedes ser guapo, pues, por lo menos, aseado. Naturalmente no es su caso, porque la ministra lo que se dice guapa no es. Eso sí, padrinos tuvo. Y contra eso por lo visto una ley no va a hacer. Además, ahora se llama networking y no nepotismo.

Legislar para que en España la gente no se sienta humillada es una soberana estupidez. Que en la práctica, además, es inviable. A mí que la inmensa mayoría de los funcionarios vaya en vaqueros y sin afeitar, me humilla y me ofende, por no hablar de que me tuteen las auxiliares de clínica, como si hubiéramos pastado en el mismo pesebre y encima pretenden que le llame doctor al licenciado en Medicina. Porque si son civil servants deberían ir al menos presentables y llevar la bata limpia. Aunque, como dice mi madre: “sirven, porque no sirven; porque si sirvieran, no servirían”. Que los viernes la gente decida poco más o menos que venir en chándal a trabajar y sin afeitarse no es para discriminar, es para recuperar el servicio militar obligatorio por lo menos en la parte de orden y limpieza en los efectos personales.

Hemos empezado con las cuotas y la discriminación positiva y éste es el camino del despeñadero. Empezamos con la cuota de mujeres y ahora tendremos las demás. Menos legislar sobre cuotas y más poner rampas en los edificios públicos, que sé de más de uno que no tiene acceso con rampas y me despeño con el carrito y el de la silla de ruedas sube en andas.

Además, no sé por qué se empeña en algo que en fondo a ella no le ha hecho falta. La han colocado estupendamente a pesar de ser fea, ir mal vestida y no tener competencias.

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