Yanis Varoufakis

Resolviendo las matemáticas imposibles de Europa

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En términos de aritmética elemental, los líderes europeos están luchando para tapar un agujero de 4 billones de euros (1 billón para posibles recapitalizaciones a la banca y más de tres para respaldar deuda soberana bajo presión). Lo anterior, con un parche de 250.000 millones (lo que queda de los fondos del Fondeo Europeo de Estabilidad Financiera, o FEEF). En términos algebraicos están abordando la tarea mediante un sistema de dos ecuaciones con tres incógnitas. Cualquiera que sea la alquimia que empleen el próximo miércoles 26 de octubre (fecha de la próxima cumbre del Eurogrupo), y salvo que añadan las cifras o la ecuación faltantes, seguramente presentarán una solución que viole principios matemáticos de educación primaria.

La tarea de nuestros líderes se hace más difícil por dos axiomas impuestos por los países con superávit, temerosos de la idea de «importar» una mayor inflación y mayores tasas de interés de los países deficitarios:

  • Axioma 1: Ninguna porción de los 4 mil millones será impresa por el Banco Central Europeo.
  • Axioma 2: No se realizará unión fiscal alguna que implique la creación de eurobonos solidariamente garantizados por los estados miembros.

Sobre la base de estos dos axiomas, Europa está llamada a resolver dos ecuaciones con tres incógnitas. Una ecuación que determina la deuda existente bajo presión (principalmente de Italia y España), mientras que la otra determina las posibles pérdidas del sector bancario. En cuanto a las tres incógnitas, tenemos:

  1. X = el porcentaje de quita de la deuda griega.
  2. Y = la suma necesaria para ayudar a Italia, España et al.
  3. Z = el capital a inyectar en el sector bancario.

Como era de esperar, este «sistema» de ecuaciones no se pueden resolver a menos que se fije arbitrariamente una de las variables. Alemania trató de resolver la quita sobre la deuda griega (“X”) fijándola en un 60%. Por desgracia, el Banco Central Europeo y Francia pusieron el grito en el cielo y demandaron, como contrapropuesta, una cifra elevada para despejar la variable «Y». Por su parte, los estadounidenses y el Fondo Monetario Internacional (conscientes de cómo los bancos europeos amenazan con desatar otra crisis al estilo de 2008 en el sector financiero mundial) insistieron en fijar la variable «Z» en una cifra descomunal. En resumen, la discusión sobre cuál de las variables a determinar condujo a un estancamiento político.

Habiendo fracasado en su examen de álgebra, nuestros líderes optaron por reinventar la aritmética. La idea más brillante que se les ha ocurrido hasta ahora consiste en convertir el FEEF en una especie de agencia aseguradora de los nuevos bonos (supuestamente emitidos por Italia y España). La garantía de esta aseguradora se basa en proteger a los inversores de pérdidas precuantificadas. Por ejemplo, garantizando hasta un 20% del valor de los bonos, de modo que 20 céntimos de la póliza de seguro pueden tranquilizar a los inversores de cualquier temor sobre una quita del 20% de la deuda italiana y asi comprar 1 euro de deuda de dicho país sin preocupación alguna.

El primer problema con este truco es que los fondos del FEEF son insuficientes (dos tercios de la montaña de deuda permanece intacta). En segundo lugar, ya que gran parte de los fondos del FEEF están garantizados por Italia y España, esta «garantía» implica algo así como que la víctima de un accidente se autoasegure después del accidente. (Parecido a Dexia, cuando le daba crédito a sus accionistas para… ¡comprar acciones de Dexia!)

¿Existe una solución? Sí, la hay. Sólo hay que introducir una ecuación más. Por ejemplo, añadir un esquema de conversión de deuda, bajo los auspicios del BCE. El BCE no imprime dinero (respetando así el axioma 1), pero, a cambio, toma prestado de los mercados internacionales, emitiendo bonos a 20 años por su cuenta (respetando así el axioma 2). Utiliza el dinero prestado para hacer frente a la parte de deuda existente en la zona euro (y que cumple con las disposiciones de Maastricht), y, a la vez, crea el mecanismo por el cual los estados miembros puedan hacer frente a esta nueva deuda a lo largo de veinte años. Mientras tanto, al FEEF, liberado de su función de rescatista, se le asigna el único deber de recapitalizar la banca. Si es necesario, puede ser reforzado a voluntad, ya que, al igual que el TARP estadounidense, los contribuyentes alemanes pueden estar seguros de que el FEEF devolverá el dinero, con intereses, una vez que las acciones de los bancos (que se entregan al FEEF a cambio de del capital inyectado) se vendan al sector privado (una vez que los bancos se hayan recuperado).

La solución existe. Pero no la encontraremos hasta que renunciemos a la alquimia en favor del álgebra.

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Copyright © 2011 · Yanis Varoufakis

 

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