Economista Descubierta

Estafadores laborales

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Parece mentira que en este momento tan chungo, con tanto parado y tanto indignado todavía haya gente que se escaquee del trabajo y haga todo lo posible para escurrir el bulto. Los médicos de Medicina del Trabajo lo deben de pasar bárbaro con todo lo que les debe llegar a la consulta. Porque hay mucha estafadora que pide la baja cuando se deprime porque no le suben las mechas, pero pide el alta justo antes de las vacaciones; porque ya se sabe que estando de baja no se puede viajar, ni mucho menos irse de vacaciones. Cuando uno está de baja está en casita, recuperándose. Luego hay otro tipo de estafadores laborales, que son los que van pero no dan ni golpe y, si pueden, le dejan el muerto a otro. No se ponen malos ellos, sino que enferman a los que les rodean.

Cuando uno está en el Recurso Humano y hace entrevistas de selección, además de tratar de detectar y neutralizar a los «inventores de perfil deseable«, debe tratar de filtrar a los estafadores laborales antes de que le hagan la del pulpo y se le queden en plantilla, sea para engrosar a los absentistas, sea para envenenar el ambiente.

Los estafadores laborales son, por definición, unos vagos y unos jetas. Vagos porque quieren trabajar lo menos posible, y jetas porque no se les cae la cara de vergüenza de seguir cobrando de los demás mientras ellos están de baja o escaqueándose.

Los estafadores laborales tienden a pensar que les ampara un derecho de mejor calidad que a los demás, un derecho inalienable a repartir su trabajo entre los que no saben decir que no, o un derecho si cabe superior que les permite ponerse malitos los viernes y los lunes. Son, además, situaciones especialmente protegidas y no se puede hacer nada. Entre otras cosas porque ya se saben ellos la tabla de vacaciones de memoria para no hacer coincidir puentes y bajas. Eso sí, los cheques restaurante de los días de baja no los devuelven jamás.

Por lo visto en España el absentismo tiene mucho que ver con la famosa conciliación. Como uno no puede llevar al niño al médico (porque los horarios están siempre hechos pensando en que concilie el del sector público, pero no sus usuarios) al susodicho afectado no le queda más remedio que ponerse malo y mentir para poder llevar al niño al médico.

Pero claro, por mucho que digan las estadísticas, al final, resulta que para uno que se pone malo de verdad, hay cuatro que no tienen reparo por cobrar de la cosa pública, como si la cosa pública fuese inagotable y, la paciencia de los compañeros, eterna.

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