Luis Martín

«Mucho de lo global aún lleva puesto el hábito de lo nacional» –Saskia Sassen

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Retrato de Saskia Sassen

Saskia Sassen (La Haya, 1949)

Saskia Sassen ocupa la cátedra Robert S. Lynd de Sociología y es co-presidenta del Comité de Pensamiento Global de la Universidad de Columbia. Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales 2013, Sassen ha organizado para la UNESCO un proyecto de cinco años sobre desarrollo humano sostenible con una red de investigadores y activistas en más de 30 países, el cual se publica como uno de los volúmenes de la Encyclopedia of Life Support Systems (Oxford, Reino Unido: EOLSS Publishers). Ha escrito varios libros, siendo el más reciente “Territorio, Autoridad y Derechos: De los Ensamblajes Medievales a los Ensamblajes Globales” (Katz Editores 2010). Actualmente está trabajando en “When Territory Exits Existing Frameworks” (Harvard University Press). Colabora regularmente con Open Democracy y The Huffington Post.


Parte de su análisis sobre la globalización sugiere un proceso de «desnacionalización» del Estado, haciendo hincapié en la renuncia voluntaria de la soberanía nacional en favor de la internacionalización de la economía. Al mismo tiempo, también propone que los ciudadanos experimentan un proceso similar por el cual ahora buscan distanciarse más del estado. ¿Qué impacto tendrán estos procesos en la sociedad y en la forma en que seremos gobernados? ¿Puede la «desnacionalización» del Estado interpretarse como la fase preliminar de un gobierno mundial?

Lo que descubro en mi investigación es que lo global (ya sea una institución, un proceso, una práctica discursiva, un imaginario) lo mismo trasciende la elaboración exclusiva de los estados nacionales como, en parte, surge y opera dentro de ese marco. Visto de esta manera, la globalización es más que la representación común de un creciente interdependencia y la formación de instituciones evidentemente globales. Incluye los espacios subnacionales, los procesos y los actores [ver The World’s Third Spaces]. Lo global se estructura en parte dentro de lo nacional, y este proceso implica una desnacionalización de lo que fue construido históricamente como nacional. Esto no es parte de la definición más ampliamente aceptada de la globalización. Estoy de acuerdo con esta definición en muchos sentidos, pero me parece que deja de lado las partes críticas de lo global que se constituyen en el interior de lo nacional y, por lo tanto, deja de lado las consecuencias de esto en relación con el estado, con los ciudadanos, con la fijación de normas, con la definición de lo que es la «seguridad nacional», con lo que es la pertenencia a la «nación».

La concepción de la globalización (no sólo en términos de instituciones y de interdependencia mundial, sino también como cohabitación y reorganización nacional) abre una agenda muy amplia para la investigación y la política. Esto significa que la investigación sobre la globalización debe incluir estudios detallados, en concreto etnografías, de múltiples condiciones nacionales y de las dinámicas que pueden ser ocupadas por lo global (y que a menudo son lo global, pero funcionan dentro de lo nacional). Y que llevará tiempo descifrar: mucho de lo global aún lleva puesto el hábito de lo nacional.

Desde hace años, China ha estado invirtiendo fuertemente en América Latina y África, principalmente con la intención de asegurar recursos naturales como petróleo, minerales y productos agrícolas. En el caso de Venezuela, China ha concedido recientemente al régimen de Chávez un crédito de 20.000 millones de dólares a cambio de producción futura de petróleo. Brasil ha actuado de manera similar en la venta de futuros a cambio de una pequeña porción de las enormes reservas en dólares de China. ¿Se está convirtiendo China en la nueva United Fruit Company del mundo? ¿Es la aparición de una nueva forma de neocolonización el paso siguiente e inevitable en la configuración del orden económico mundial?

Podría verse como se repite la historia: el nuevo gigante ahora camina sobre los pasos que el anterior dio. Creo que hay mucho de esto. Pero he llegado a comprender que, frente a una explicación poderosa, mi primer paso es preguntarse cuáles son los puntos oscuros. En cierto modo, cuanto más fuerza tiene la explicación, más difícil es ver lo que oculta en la penumbra de su propia luz.

Así que he estado escribiendo y haciendo algo de investigación acerca de lo que puede pasar con la acumulación de recursos por parte de China, además del viejo imperialismo en la forma en que los británicos y EE.UU. ya lo hicieron.

Uno de los componentes que veo es la creación de nuevos circuitos geopolíticos [ver Sharp-Elbowed Cities] y la elaboración de geografías mundiales transversales: China en África y China en Venezuela son las geografías y los circuitos de geopolítica que no se ejecutan a través del antiguo centro imperial de nuestra historia moderna. Ese viejo centro no va a desaparecer. Lo que veo es un mundo multipolar emergente, más que el hecho de tener dos grandes superpotencias: EE.UU. y China, EE.UU. y la Unión Soviética. la transición no es de los viejos imperios: Gran Bretaña es superada por EE.UU.; EE.UU., por China, lo que también es parte de la historia hoy, pero oculta estos otros acontecimientos potencialmente más significativos.

Saskia Sassen hablando en un foro internacional sobre derechos sociales

«Los señores de la guerra pueden estar de acuerdo con las leyes y los tratados internacionales si estos no interfieren. Cuando interfieren, comienza el regateo. Y cuando esto no es suficiente, bueno, siempre quedan las pistolas». Usted escribió esto hace casi ocho años, cuando diseccionaba la «ayuda para el regateo del sida” en Africa. Ahora que las revueltas se propagan y agitan el mundo árabe, ¿cómo piensa que Occidente se va a ocupar del «señorío de guerra» y de seguir haciendo valer su «vinculación económico-militar»?

Sí, he escrito sobre eso, ya se me había olvidado. Bueno, creo que lo que es tan extraordinario de los levantamientos (la Primavera Árabe) es la claridad de sus propósitos. Tal vez no sepan cómo conseguirlos, pero saben que no quieren un «caudillo», un líder que funcione como un héroe. Ellos han aprendido la lección. Esto es absolutamente extraordinario.

En gran parte del África subsahariana hay movilización, pero está dirigida por un líder contra otro líder. La Primavera Árabe es muy diferente. Así que si las cosas funcionan como deberían, lo cual siempre es difícil, van a evitar tener un hombre fuerte, un señor de la guerra, que dependa de la vinculación económico-militar, e inevitablemente genere el surgimiento de otros aspirantes a señores de la guerra porque el estar arriba es lo que supone riqueza, buena vida, poder, control. Ese es el problema en países como Nigeria y Angola, que son muy ricos y no han aportado nada de desarrollo para la gente: estar en el gobierno es la mejor receta para convertirse en ricos y enriquecer a su familia y allegados. No se trata de gobernar en el sentido profundo de la palabra.

Algunos dicen que la crisis financiera actual ha dado finalmente con la prueba tangible de que una economía en constante expansión es un mito. Debates keynesiano a un lado, la crisis actual sin duda ha restringido la adopción por el mercado de nuevos consumidores y la producción ha de adaptarse a las nuevas demandas de consumidores dispuestos a abrazar un estilo de vida más sostenible. ¿No es posible que ese ajuste, que en principio parece deseable, se tradujese en una mayor brecha entre países ricos y pobres?

Me parece que aquí se están mezclando dos cuestiones distintas, así que permítame responder a lo que yo veo como dos cuestiones diferentes. Estoy trabajando en un nuevo libro (¡un libro pequeño!) que sostiene que hemos pasado de una lógica de incorporación a una de expulsión. En el periodo keynesiano (que abarca desde la década de los cuarenta hasta los años 70 en gran parte de Occidente, España era diferente…) la lógica del sistema era la incorporación de personas como consumidores. La incorporación no se trataba de ser amable con la gente, sino que se necesitaba a la gente para mantener una economía de producción en masa, de consumo masivo, de construcción masiva de viviendas en la periferia de las ciudades, etc. En la fase que se inicia en la década de los 80, la lógica del sistema es expulsar a la gente. En las últimas dos décadas el número de los «expulsados» es más grande que el de las recién «incorporadas» en clases medias de países como India y China.

Yo uso el término «expulsión» para diferenciarlo de la exclusión social. La exclusión es una categoría bien desarrollada y establecida. La exclusión social ocurre dentro del sistema. Estoy centrada en lo que es repelido del sistema. Yo uso «expulsión» para describir una diversidad de condiciones: el número creciente de pobres y de desplazados en los países más desfavorecidos y donde son almacenados en campamentos de refugiados formales e informales; de oprimidos y perseguidos en países ricos que están encerrados en las cárceles; de trabajadores cuyos cuerpos se destruyen en labores que los inutilizan a edades tempranas; de poblaciones saturadas de ghettos y barrios pobres… También incluyo el hecho de que los hijos e hijas de las clases medias de hoy tienen un menor nivel de educación, ingresos más bajos y muchas menos posibilidades de tener una casa que sus padres (los datos en EE.UU. ya lo demuestran). Ésta es también una forma de expulsión de un proyecto/promesa de clase media que nació en las décadas keynesianas.

Mi argumento es que esta expulsión masiva en realidad está poniendo de manifiesto una transformación sistémica más profunda, parcialmente documentada pero no narrada como una dinámica general que nos está llevando a una nueva fase del capitalismo global.

Portada del libro Territorio, Autoridad y Derechos

Territorio, Autoridad y Derechos (Katz Editores 2010)

Hay una nueva ola de iniciativas dirigidas a controlar y restringir la inmigración en varios países europeos. Estas políticas, sin embargo, no vienen arropadas por el esperado discurso político de desaceleración económica, sino que se presentan con un mensaje claramente nacionalista. Sarkozy dijo que Francia había estado «muy preocupada por la identidad de la persona que iba a llegar y no lo suficiente acerca de la identidad del país que lo estaba recibiendo.» Merkel fue más contundente al afirmar que «el multiculturalismo [había] fracasado». Los comentarios de Cameron sobre dicha cuestión son el eco de los otros dos. ¿Qué está pasando? ¿No era la diversidad social y la internacionalización un subproducto deseado de la «era global»?

Este es un tema amplio y confuso. Cuanto más se sabe sobre inmigración y de sus muchas historias en todo el mundo y a través del tiempo, más complicado parece. Muy brevemente, me parece que:

a) El mayor problema de la inseguridad provocada por la actual situación económica (incluyendo las expulsiones que antes he comentado) es la alimentación de un nuevo tipo de sentimiento anti-inmigrante muy virulento. En lugar de dirigir la ira a las compañías que están subcontratando millones de puestos de trabajo o a las empresas financieras que están acabando con todo el dinero de los contribuyentes en estos países a través de rescates bancarios, la ira recae en otros grupos vulnerables. Es una tragedia, pero se repite a lo largo de la historia, y no sólo en cuestiones migratorias: los pobres tienen poco acceso a los poderosos, ni siquiera para hacerles frente, luego su acceso es otro pobre. He aquí un pequeño ejemplo que he conocido personalmente: cuando el gobierno de Colombia elevó el precio de los billetes de autobús en 1978, hubo una enorme protesta por parte de los pobres y de personas con pocos recursos. Así que, a quién atacaron: a los chóferes, que eran en su mayoría de su propia clase social. A esos era a los que tenían acceso.

b) El problema de los programas de desarrollo distorsionados: los países ricos occidentales que reciben inmigrantes han apoyado activamente los programas que han destruido las tradicionales y más modestas economías nacionales de muchos de los países de inmigración de origen. Ellos han sustituido la producción nacional de bienes, servicios, comunicación, etc. con las importaciones y a través de las empresas extranjeras que han copado el control. Los beneficios que estas empresas obtienen de los consumidores en estos países no necesariamente se reinvierten allí, mientras que una pequeña empresa nacional sí reinvierte sus beneficios en su país. Así que esto aleja a los ciudadanos y a las empresas de una forma de vida viable. Y sí, la emigración es a menudo la única manera de sobrevivir. Pero nosotros, los países de acogida, hemos contruido este puente entre las comunidades devastadas y nuestros países.

En mi libro ”The Mobility of Labor and Capital” descubrí que la inversión extranjera en los países menos desarrollados, cuando va dirigida a los sectores de mano de obra intensiva, devasta la economía tradicional de tal manera que estimula la emigración. La inversión extranjera no es necesariamente una solución a la emigración; tiene que producirse el tipo adecuado de inversión extranjera.

Hay más que decir pero llevaría mucho espacio. Básicamente, creo que nos hemos metido en una situación imposible con nuestra forma actual de manejar la inmigración: no está funcionando para nadie y, a largo plazo, nuestros países no pueden violar los derechos humanos de las personas vulnerables sin que se convierta en un cáncer en el interior del estado y de la sociedad que golpeará a todos [ver Is This the Way to Handle Immigration?].

¿En qué medida cree usted que Internet se está convirtiendo en una herramienta efectiva para cambiar la sociedad? ¿Puede realmente servir, como afirma Federico Mayor Zaragoza, para establecer la base de «una nueva democracia a escala global»?

Sí, puede, pero también puede ayudar a que los financieros mundiales acaparen gran parte del capital que circula en el mundo, promoviendo así el crecimiento de grandes corporaciones que a su vez podrían actuar en contra del bien común. ¡Pero quién sabe lo que ocurrirá cuando la generación de quienes procuran conducirnos al bien desaparezca! Habría mucho más que decir, por supuesto.

En un tema similar, figuras como Stéphane Hessel, José Luis Sampedro, o el propio Federico Mayor Zaragoza, están tratando de alertarnos sobre la necesidad vital de que los ciudadanos se unan y enciendan la mecha del cambio para un verdadero desarrollo sostenible y justicia social. ¿Comparte usted su sentido de urgencia, o que tal vez, como dice Slavoj Žižek, los individuos deberían de ser «más hedonistas», siempre que su egoísmo no haga daño a los demás?

Permítame responder, a la pregunta sobre la necesidad de unirse, centrándome en los nuevos medios de comunicación social. Claro que es sólo un pequeño elemento en la respuesta a esta pregunta enorme.

Estas nuevas tecnologías interactivas son buenas y malas. No hay un único significado. Depende de cómo las utilizamos, para qué, y si se controlan. Pero también pueden ayudar en la constitución de las formas de lo social eficaces. Las mujeres que viven en culturas opresivas y restrictivas pueden crear redes de mujeres que les permitan tener más libertad de expresión y fortalecer sus voces. Plaza Tahrir en El Cairo nos mostró otra versión: cómo estos medios de comunicación social pueden activar las redes existentes y generar nuevas redes. Aunque quiero dejar claro que no acepto la idea que llegó a ser común en EE.UU., que Facebook creó la revolución egipcia. Eso es simplemente absurdo. Ayudó en la activación de las redes existentes para la movilización, pero estas tecnologías pueden tener efectos negativos también como ha sido ampliamente descrito: la gente que participa en ellas puede involucrarse a tal punto que acaban abandonando su vida real, sus estudios, alimentarse, ser objeto de acoso cibernético, de depredadores sexuales, etc. [ver Digital Formations of the Powerful and the Powerless].

Los ideales libertarios en sus expresiones socialista y liberal (aunque más en la segunda que en la primera) parecen estar ganando popularidad, especialmente en EE.UU. ¿Cree usted que el resurgimiento del pensamiento libertario es una de las consecuencias de los ciudadanos «desnacionalización», proceso que usted sugiere?

Interesante, yo no había pensado en eso. Pero podría ser el caso, claro que sí.

Aquí también está la cuestión de cómo las grandes clases medias han perdido la capacidad de actuar en lo social, y por lo tanto las ideas libertarias se convierten en la postura a adoptar. [leer entrevista a Saskia Sassen en La Vanguardia]

Fotografía de la Socióloga Saskia Sassen

Parece que la crisis financiera de 2008 convocó a una acción más decisiva, al menos en términos de asignación de recursos y coordinación global del sistema, que otras crisis internacionales de carácter más «humanitario como lo han sido el desastre en Haití, los recientes acontecimientos en Fukushima o incluso las revueltas actuales en el mundo árabe. ¿No ha supuesto la aldea global la globalización del mercado sobre la globalización de la humanidad?

Sí, me parece un giro verdaderamente triste de los hechos [ver Haiti and the Catastrophic Role of the International Financial System].

Básicamente, el Poder Ejecutivo de nuestros estados (pienso en EE.UU. y Europa), (¡ni siquiera todo el estado!) ha utilizado el poder legislativo para conseguir dinero de los contribuyentes para rescatar a un sistema financiero globlal [ver A Bad Idea: Using a Financial Solution to the Financial Crisis]. En el caso de EE.UU., Citibank, por ejemplo, no es un banco americano, es 40% propiedad de inversores internacionales, incluidos los fondos soberanos de riqueza y mucho de lo que se supone que es el capital norteamericano es una mezcla de nacionalidades. La cuestión de la nacionalidad del capital es un poco ficticia en la era actual. De hecho, muchas instituciones financieras europeas también accedieron al dinero del rescate de EE.UU. financiado por los contribuyentes.

Ahora, el fondo creado por Angela Merkel, supuestamente para rescatar a las economías con problemas en la UE (Portugal, Grecia, etc.) es el mismo tipo de robo a mano armada: utilizando una combinación de legislación nacional y legislación de la UE para quitarles el dinero que todavía les queda a los contribuyentes nacionales para crear un fondo de la UE cuya mayor parte es para pagar a los bancos que prestan el dinero a los gobiernos, de modo que los bancos no sufren demasiado y los gobiernos pueden dar nuevos préstamos… Y así sucesivamente.

En un plano más general, yo realmente creo que los gobiernos nacionales, especialmente el Poder Ejecutivo y sus organismos asociados (finanzas, el comercio, los bancos centrales) han aprendido a ser un poco más internacionalistas a través de su participación en la creación de una economía corporativa y de un sistema financiero globales. La pena es que este internacionalismo se centre en las empresas y las finanzas [ver The New Executive Politics: a Democratic Challenge]. La esperanza es que, en manos de una clase política buena, el internacionalismo puede ser reorientado a los enormes retos que enfrentama la humanidad: medioambiente, hambre, pobreza, enfermedades, clases de poder asesino [ver An Economic Platform That Is Ours].

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