Economista Descubierta

Efecto lipstick

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Leí por algún sitio que cuanto peor van las cosas más se pintan las mujeres, y que los pintalabios se venden como churros. Por lo visto en no sé qué guerra Helena Rubinstein se hizo de oro vendiendo afeites.

La verdad es que si yo sirvo de ejemplo para algún estudio doy fe de que cada disgusto laboral de mi vida pretérita se traducía en una barra de labios color rojo carmesí geranio reventón, a ser posible de marca buena, dizque “perfumería selectiva” que luego nunca usaba. Las barras de labios son bonitas, sobre todo, cuando están sin estrenar.

Anda que nunca pensé que iba a estrenar diez años más tarde las susodichas barras de labios, no ya para ahogar disgustos laborales, sino para retocar el efecto del tiempo y, sobre todo, pensar “un día pude”.

A veces me siento como los judíos de origen alemán en Israel, a los que por lo visto llaman “chaquetas” porque se ponían la chaqueta para cenar, sólo para recordar que un día lo tuvieron que hacer por etiqueta. Ya sé que no tengo derecho, pero qué le vamos a hacer.

Pasaron las elecciones y no pudimos ni alegrarnos porque sabemos, y nos consta, que los que han ganado tienen que bailar con la más fea, que además está coja, y que los famosos recortes, incluidos en pintalabios, no han hecho más que empezar. Menos en cuestión autonómica, que nadie se lo plantea, van a cotizar hasta los becarios y las marmotas y no van a recibir ni los parados ni los pensionistas. Vamos, que a los Reyes les pueden pedir ustedes un botiquín completo, porque en el médico no lea van a dar ni la hora.

Por lo visto, tenemos que acostumbrarnos a que nunca más viviremos bien y que nuestros hijos vivirán como vivieron nuestros padres, o sea, en economía de postguerra y con sus madres en casita. Vamos a ser una generación isla, que vivió entre dos pobrezas y que un día les dirá a sus hijos “yo, una vez, me compré un pintalabios de 2.000 pesetas”. Se van a quedar pasmados.

Me entristeció el ambiente del día de las elecciones, y me entristeció verlos desaparecer a todos, cada uno a arreglar lo suyo, porque esto finalmente va de arreglar lo propio y lo ajeno queda en un tercer o cuarto lugar. Por lo visto no podían estar contentos porque estamos todos con resaca de la fiesta y con indigestión de culpa.

La que nos espera no es sino consecuencia y punto y seguido de lo que había, y como los políticos no tienen responsabilidad penal, porque ser un jeta y un mentecato es terrible, pero no delito, pues nos queda estrenar los pintalabios que compramos cuando teníamos dinero para tontadas y nos disgustábamos por una fruslería laboral cualquiera del estilo no me han evaluado como yo me merecía o, sinceramente, me merecía más bonus.

La Economista Descubierta en blogspot.com

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