De nuevo, coaching

Me he resistido a escribir sobre el coaching porque sé que algunas personas a las que aprecio mucho se van a sentir ofendidas, pero es que cada vez que alguien viene a venderme coaching me revuelvo en la silla y me cuesta poner cara de palo.
Ya saben que para mí el coaching es una estafa colectiva y una solemne obviedad. Y, además, sus principios vienen resumidos en el refranero castellano. Los que se someten a tal cosa son unos pobrecitos que andan buscando clases rápidas de urbanidad que en su casa no les dieron y los que lo hacen son unos advenedizos en el mundo de la educación, la psicología light, o, incluso, la dirección espiritual, que diría mi madre.
Las características de los que imparten/hacen/prestan servicios de coaching son las siguientes:
- Consideran intruso a todo el mundo menos a ellos mismos. «Es que cualquiera dice que hace coaching«, dice siempre el coach en cuestión.
- Se han certificado, o se están certificando, o se van a certificar. El organismo certificador, claro está, es una asociación de ellos mismos. Los certificados propios son mejores que los demás. Las asociaciones de marras son desconocidas y se esconden en siglas.
- Querrían hacer career coaching, pero no pueden, porque normalmente llegaron al asunto coaching tras ser despedidos de sus empresas, por lo que difícilmente van a hablar de carreras cuando no supieron gestionar la propia. Así que al final acaban haciendo life coaching. Esto ya lo vimos el otro día.
- Temen a los psicólogos, desconocen a los directores espirituales.
- Pagan y cobran caro. No llega a ser tan caro como el psicoanálisis, pero por ahí anda.
- En muchos casos (no es obligatorio) existe un interés devoto por todo lo oriental; sea el budismo para ignorantes, la semana de la India en El Corte Inglés o esos muebles negros y la estética de jardín zen, que relaja mucho.
La secuencia es la siguiente:
Fulanito, que en su día no estudió letras porque sus padres le dijeron que era una carrera de hambre y que con lo que les costaba pagársela no podía perder el tiempo en tonterías y que no pudo aprender en su casa las normas básicas de comportamiento en sociedad, se ve catapultado a un nivel social superior al de origen, por suerte y esfuerzo meritorio. Se redime de sus tristes orígenes y se dignifica por el arte moderno, como ya explicaremos más adelante, o en menor medida por la decoración. Se interesa por Asia y viaja con sus 15 mejores amigos a países cuyos alfabetos no puede leer, y, a la vuelta, en el aeropuerto, se compra ese libro del monje y el de la armadura, y otro de Peter Drucker y se da cuenta de que lo suyo, de verdad de la buena, es el coaching… o la dirección estratégica…
La Economista Descubierta en blogspot.com
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