Conciliación

Cualquiera que trabaje en el Recurso Humano recibe, por lo menos, dos o tres invitaciones para desayunos que tratan o de Best Place to Work o de «conciliación». O de las dos cosas a la vez.
El rollo este de la conciliación se resume en que la gente quiere ganar más y trabajar menos o, por lo menos, ganar lo mismo y trabajar menos. La Teoría de la Decisión Racional, que resuelve lo que no resuelve el refranero, nos da la razón en este asunto. Como dice un amigo mío: es mejor ser rico y con salud, que pobre y enfermo. Si a mí por trabajar menos, me pagas igual; pues no seré yo el imbécil que curre más para ganar menos.
El asunto, eso sí, se pone peliagudo cuando se trata de una mujer. Las mujeres trabajadoras quieren «conciliar», y esto sirve para organizar muchos desayunos y muchos observatorios. Dicho así, esto supone y da por bueno que los hombres trabajadores no quieren conciliar.
O sea, que las mujeres asumen (y los hombres están de acuerdo) en que la casa, la educación de los hijos y el cuidado de los padres corresponde a las mujeres.
Nadie se atreve a decir abiertamente que sería mejor que las mujeres no trabajasen, aunque hay mucha gente que lo piensa. Hace meses (me gustaría decir hace días, pero no es cierto, soy pobre) cogí un taxi y el taxista me dijo que la culpa de la crisis la tienen las mujeres que se han empeñado en trabajar, a lo que yo le contesté que no, que la tienen los hijos de los taxistas por empeñarse en ir a la universidad en lugar de conducir taxis. Ni que decir tiene que me apeé un poco antes de mi destino.
Pero es cierto, las primeras que no quieren trabajar son las mujeres, y hay una generación por ahí (las que tienen entre 28 y 35 años) para las cuales estudiar una carrera sólo ha significado la posibilidad de volver a hacer lo que sus abuelas: cuidar hijos e ir al parque, recibir en casa, ir al gimnasio y organizar mercadillos donde se venden foie y pashminas ideales. Mrs. Degree, lo llaman los americanos; MMC (Mientras Me Caso), los mexicanos.
Efectivamente, la teoría de la decisión racional nos dice que la elección más ética, más lógica, es la que menos coste tiene para nosotros, y hasta podría entender a las que no quieren estudiar y se casan con 20 años. Pero no aguanto a las de la conciliación sólo para ellas (o sólo para ir al gimnasio) que no son capaces de decirle a sus maridos que sean ellos los que pidan la reducción de jornada, lleven a los niños al médico, digan a su jefe que no ponga una reunión a las siete de la tarde o lleven a su suegra al geriatra. Mientras uno no resuelva en casa el asunto reparto… ni igualdad, ni conciliación, ni desayunitos, ni infante difunto.
La Economista Descubierta en blogspot.com
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