Cómo hacer una evaluación cruzada

Para todo el que todavía no haya pasado por el trance de la famosa evaluación ha de saber que este año el feedback no debe estar dirigido a dar por culo, ni tampoco a la corrección fraterna. Este año hay que ser “ultrapolíticamente correcto” y hacerle la pelota al que le guste mucho que se lo hagan. Este año mejor no significarse mucho, y mucho menos por una tontuna de éstas.
Mi antiguo jefe del Sitio Elegante nunca me hizo una evaluación; como despáchabamos a diario y me conocía de memorieta, me hacía evaluación continua, consistente en poner los ojos en blancos y decirme: “por favor… no te subas al palito, no te subas al palito…”. Y yo ahí, todo el día subida al famoso palito, enfurecida y al frente de la manifestación equivocada. Uy, qué tonta y qué juvenil, sobre todo. Miro para atrás y no me reconozco. Con lo pausada e hipocritona que me he vuelto. Y pensar que yo le pedía que me evaluara… ahora entiendo que no quisiera.
Si a uno le toca evaluar a los compañeros, a los jefes y a los subordinados, lo mejor es que los clasifique primero con un sistema de fichas que recomiendo mucho que se hagan ustedes: se hace uno la clasificación y se pregunta ¿qué no aguantaría éste que le dijeran?, ¿la verdad?, ¿me conviene un enemigo gratuito?, ¿me interesa, me compensa, me viene bien? Pues eso, se hace uno las correspondientes preguntas y si la respuesta es “si dices la verdad te has buscado un problema” la evaluación sale solita sin mayor complicación. Se dice más o menos lo contrario de lo que se piensa, se edulcora sin llegar a ser baboso y ya está.
Supongamos que uno tiene un compañero de esos que se odia a sí mismo porque no encaja en ninguna parte y es un rencoroso de marca mayor. Pues evidentemente no puede evaluarlo mal porque, total, no va a servir para nada y encima le va a coger incluso más manía y le va a esconder el toner de la fotocopiadora y los sobres buenos.
Despache un par de gerundios, a ser posible en inglés, y pase sobre el asunto de puntillas. O un subordinado vago pero listillo, de esos que se dejan caer en la puerta del “superjefe” justo cuando va a salir y le saluda afectuoso y coleguita. Pues a ese más vale que le proponga para un programa de coaching y mucha formación, que por lo visto a los pelotas siempre les ha motivado mucho.
Y luego está el jefe. Al jefe naturalmente, reverencia, mucha reverencia y mucho agradecimiento. Por que a los jefes normalmente, salvo honrosas excepciones, les suele molar que le hagan la rosca. Una rosca limpita y sin grandilocuencia, pero rosca. Si el jefe es jefa, y además es dueña, conviene alabar lo bien que concilia y lo mucho que potencia la diversity y el trabajo en equipo (y un día, así, como el que no quiere la cosa, le dice lo bonito que es su bolso…)
Por lo visto las mujeres siempre desarrollan mucho a sus colaboradores. No sé dónde lo he leído, pero lo he debido leer en algún panfletillo de esos de los famosos observatorios del “ministerio de Medalomismo”. Además, a las mujeres jefas les gusta mucho que les digan que valoran la conciliación, aunque sea mentira. Queda fenomenal y se lleva esta temporada. El caso es decirles lo que les gusta oír y, sobre todo, no retratarse con lo que uno no quiere ni recordar. Que la jefa dueña es una canalla y además lleva un bolso catetísimo, ni mención. Que el compañero es un vago, pues nada, silencio prudente, y todo así… Total, que hace uno las evaluaciones friendly y cariñosamente, y se quedan todos encantados y se olvidan de uno hasta el próximo trimestre porque, toda vez que ya sabemos que lo de las verdades por escrito no sólo no sirve para nada sino que es contraproducente, más vale ser liviano y no demasiado comprometido. Vamos, que hay que andar siempre entre el 7’5 y el 8’9, que los decimales también indican que parece que uno se lo ha currado.
Y cuando llega el examen de conciencia, pues a poner mucho énfasis en la mejora continua y el afán de aprendizaje, sin gastar ni pedir presupuesto que no hay, pero aprendiendo mucho de los demás, que ya se sabe que saben más de todo que uno, que no es que sea tonto, pero tampoco es el rayo de la guerra.
Y nada, lo hace uno, a ser posible ni el primer ni el último día del plazo, y luego se lo imprime y se lo guarda, a ser posible junto a las anteriormente mencionadas fichas, más que nada, para el año que viene ser coherente.
Hala, mucha suerte, y que ustedes evalúen bien.
La Economista Descubierta en blogspot.com
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