Michael Hudson

Asqueados con los bancos

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Un rescate, al igual que cualquier otro gasto del gobierno, es un impuesto: alguien tiene que pagarlo. Y resulta injusto imponer un impuesto a la población general para cubrir los intereses de agentes privados. En lugar de políticas fiscales progresivas, los rescates permiten el mal comportamiento de la élite financiera a costa de los contribuyentes.

Los rescates no son precisamente populares entre los europeos porque los ven como un impuesto que paga la población entera para mantener a los financieros en la cima de la pirámide. Estos bancos han vivido del inmediatismo, asumiendo enormes riesgos de capital para obtener ganancias a corto plazo y superar así a sus rivales. Es un juego que la mayoría de las personas no ha jugado ni apostado en él sus ahorros, y no creen que los gobiernos deban ahora compensar a los bancos por haber asumido semejantes riesgos.

Los bonos de deuda soberana de Europa son adquiridos, en gran medida, por bancos alemanes y franceses, así como por bancos de EE.UU. Los alemanes están especialmente molestos al saber que el secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner, ha actuado en sentido opuesto a la solicitud de la canciller alemana, Angela Merkel, de que los tenedores de bonos asuman las pérdidas de sus inversiones irresponsables. La prensa ha venido informando de que al menos la mitad de los valores con problemas están en manos de fondos de inversión estadounidenses o sujetos a apuestas en el mercado de derivados. Así que no son sólo los bancos europeos los que están siendo rescatados, sino también los riesgos asumidos por especuladores norteamericanos.

Los bancos compraron estos bonos para obtener altas tasas de interés, asumieron riesgos, y ahora los contribuyentes son los que pagan. Esto es moralmente repugnante.

La tendencia entre los electores alemanes es de favorecer la inversión en la economía real y el empleo por encima de la especulación financiera. De hecho, en toda Europa se extiende la idea de que los ejecutivos del sector financiero están adquiriendo demasiado poder político; presionando para que los impuestos regresivos sirvan a sus propios fines por encima del interés general de los ciudadanos.

Esto ayuda a explicar, en parte, el surgimiento de partidos nacionalistas en toda Europa que, como hace poco más de un mes quedó patente en Finlandia, se oponen a los rescates.

Al igual que en Estados Unidos, la mentalidad financiera en Europa es la de coger el dinero y correr. Los banqueros que han concedido préstamos malos cobran salarios exorbitantes y luego salen a la caza de otras oportunidades de alto rendimiento en otros países.

Esta mentalidad va en contra de los intereses nacionales y subvenciona una codiciosa y cada vez más odiada oligarquía. Lo peor de todo es que los banqueros invierten gran parte de su dinero para comprar un mayor control sobre los políticos, quienes entonces defienden sus intereses haciendo que la población pague más impuestos y así seguir subsidiando la riqueza financiera.

Pero la razón más importante para oponerse a los rescates es de índole económico: se extiende el juicio de que los rescates al final terminarán por fracasar. La deuda es simplemente demasiado grande para que los gobiernos que la emitieron puedan pagarla con impuestos sin sumir a su población en una austeridad asfixiante.

Un profesor alemán que sigue los mercados financieros me dijo que los rescates en forma de compra de bonos del gobierno griego y de otros bonos en manos de bancos «es como sacar agua de un barco con un agujero en el casco. No lo conseguirán porque el daño es demasiado grande y cada vez entra más agua de la que pueden sacar. En algún momento, el capitán tendrá que abandonar el barco y dejar que se hunda. Tomará el bote de emergencia y huirá, hasta encontrar otros barcos a los que subirse. La vida seguirá adelante aunque los bancos no cobren. Dejad que los tenedores de bonos pierdan».

El problema es que las deudas han crecido demasiado como para poder ser pagadas sin arruinar la economía. Así que alguien tendrá que perder. Los bancos compraron estos bonos para obtener una alta rentabilidad. Los bancos asumieron un riesgo. Ahora quieren llevarse el dinero y que los contribuyentes paguen. Esto es moralmente repugnante.

11 de agosto de 2011, The New York Times

 

Traducido al español por Truman Factor y publicado con autorización de Michael Hudson.

 

 

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